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Constaba de tres naves, la del centro ancha y elevada como la de una catedral; las de los lados, bajas y estrechas; todas ellas enjalbegadas en otro tiempo, muy lejano, cubiertas ahora de polvo, descascaradas por varios sitios y salpicadas de manchas extensas y misteriosas. Los altares, profusamente tallados, ofrecían ya un color gris muy diferente del dorado que en un principio tuvieran.

La puerta de calle, cubierta por una inmensa cortina grana, daba entrada a una amplia galería tapizada de paño rojo y profusamente alumbrada y decorada por guirnaldas y flores. Dos lacayos de librea guardaban sus puertas de cada lado de la entrada. Se sentía allí un ambiente tibio y agradable.

Otro promontorio que embellece la Bahia es el llamado Pan de azúcar, designado así por su forma. Una de las mejoras de que disfruta Rio Janeiro hace ya bastantes años, es la del alumbrado de gas, con el cual están profusamente iluminadas sus principales calles y plazas. Tambien los carruajes de plaza son muy buenos y existen en grande número; los alquilan á precios fabulosamente caros.

Otros, por haber aplicado profusamente a sus personas el color verde, fueron designados con el nombre de <i>lechuguinos</i>, si bien hay quien atribuye este apodo a la circunstancia de pertenecer los tales <i>lechuguinos</i> a los barrios de Puerta de Tierra y extramuros, donde se crían lechugas.

Figúrese el lector el Sena, con sus ondas tranquilas surcadas por vapores de corta fuerza, cubierto de trecho en trecho por elegantes puentes, con espaciosas casas de baños, iluminado profusamente por el gas, con un mundo de gente y carruajes que hacen vacilar los puentes, con árboles frondosos á derecha é izquierda, y por último, con la decoracion de dos ciudades que le cercan y le sitian presentando cada una en línea paralela de sus riberas á lo largo, un lienzo soberbio de palacios y monumentos que la vista no puede abarcar.

La Plaza de la Concordia está profusamente iluminada, como que la alumbran ciento cuarenta y dos mecheros de gas; hacia luna, una luna muy clara, de modo que parecia que nos hallábamos al declinar la tarde.

Más adelante jarcierías y almacenes de pasturas; ancho portal en que pernoctaban unos arrieros, y cerca del cual ardía una fogata; luego, la calle anchísima.... Allí más animación, más vida; gentes que iban y venían; el alumbrado público, faroles con lámparas de petróleo, que solo servían para dejar que se viese la obscuridad; jinetes que volvían de las haciendas y de los pueblos cercanos; un almacén de ultramarinos, EL PUERTO DE VIGO, iluminado profusamente, centelleando en las botellas, en los frascos y en las latas de sardinas el reflejo de los quinqués; una botica soñolienta, hipnotizada por sus reverberos y sus aguas de colores, la botica de don Procopio Meconio; delante del mostrador un marchante en espera; detrás un mancebo que hacía píldoras, y en la puerta el dueño, de charla con un amigo.

Estaba profusamente iluminado por medio de grandes arañas con centenares de bujías. Se habían prodigado, en suma, todos los refinamientos del lujo y la elegancia en aquel recinto. De tal modo, que una vez dentro de él costaba trabajo representarse que se estaba en el fondo de una mina, a trescientos metros de la superficie.

El pastor se metía osadamente por la abertura, no sin pronunciar alguna fórmula mágica ó sin tocar algún amuleto, y después de haber andado largo tiempo obscuro camino, se encontraba de repente bajo una bóveda de cristal y diamante; erguíanse alrededor estátuas de oro y plata profusamente adornadas con rubíes, topacios y zafiros; bastaba con inclinarse para recoger tesoros.

Se vendían en la gran ciudad los venenos consoladores profusamente, y las desesperadas, sin fuerzas para volver y sin esperanza en el porvenir, entregábanse a ellos, contrayendo horrorosas enfermedades. Las más expertas del grupo convenían en sus apreciaciones. Buenos Aires, una buena plaza de negocios para la que supiera guardar franca la salida. Una ratonera mortal para la que se quedaba dentro.