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El desgraciado Felipe IV, tan miope para los errores de su política como perspicaz para el decaimiento de la religiosa, atribuyendo sus reveses á la falta de devocion hácia el Arcángel S. Miguel, deseaba que se le hiciesen demostraciones públicas de afectuoso culto, y que se le admitiese por patrono del reino.

De todas las ciencias, ésa es la sola que yo desearía tener hoy. Pero, ¡ay de ! no la poseo, y la prueba es que, a pesar de mis anhelos, no la puedo curar y es necesario ceder a otro esa gloria. »En efecto, hizo ir de Nápoles a un sabio médico y Carlos me suplicó que le obedeciese, atribuyendo a sus conocimientos el cambio favorable que entonces experimenté.

No hallaba en otra cosa sino materia de abatimiento y confusión; y aunque á cualquiera parte de estas trabajosísimas Misiones que volviese los ojos, no hallase sino materia de consuelo, así por los sudores derramados como por las conversiones de tantos infieles; con todo eso lo desestimaba todo, y sólo le parecían grandes sus defectos, atribuyendo á ellos el no haber vertido su sangre en testimonio de la fe, aunque Dios le libraba de la muerte con manifiestos milagros, y se quejaba principalmente de mismo.

¡, tal vez! murmuró Laura como atribuyendo una significación extraordinaria a la idea de Carmen. ¡Bah! intervino Zoraida abuelita es demasiado sencilla para eso. Diles, Adriana, que no hagan fantasías de una cosa tan común. ¿ qué piensas sobre eso? Que posiblemente mi bisabuelo la quiso y se casó con otra guardándose la tristeza de no ser comprendido.

Puede ser que en esto Montaner ande algo apasionado, atribuyendo toda la culpa á los Emperadores; pero lo que yo tengo por cierto, que el pueblo irritado ejecutó esta maldad y ellos no la atajaron. En Constantinopla se levantó el pueblo, y acometió los cuarteles á do estaban los Catalanes, y como si fueran á caza de fieras les iban degollando y matando por la Ciudad.

Atribuyendo Emilia y Castaño la repentina tristeza de su amiga a que se veía apremiada por el procurador para abonar los crecidos gastos del pleito, la exploraron con habilidad; mas ninguna explicación categórica pudieron obtener de su taciturna melancolía.

Entre los protegidos así lo fué el trovador Giraut Riquer de Narbona, que se propuso restaurar la gaya ciencia, caída ya en desprecio en muchos lugares, atribuyendo la causa de este mal á la indecorosa costumbre, admitida en su tiempo, de llamar juglares á todos los poetas sin hacer distinción entre ellos, y confundiendo bajo esa denominación á los más notables con groseros mímicos y farsantes.

Ignoramos las causas de la mayor porte de los hechos, y salimos del paso atribuyendo éstos al azar. El músico abrió sus ojos de odalisca, contrayendo á la vez el rostro aceitunado con un gesto de atención y respeto. No entendía bien las palabras del sabio, pero las admiraba de antemano, como un preludio de revelaciones más practicas y de inmediata aplicación.

Había acabado por sentarse á otra mesa, con la vaga esperanza de que se acordase también de ella la suerte; pero los murmullos que venían del «treinta y cuarenta» anunciando nuevas victorias la ponían nerviosa, atribuyendo á esto la pérdida de varias piezas de veinte francos. Cuando vió perdidos doscientos, su irritación necesitó desahogarse en alguien.

Esta cuestion á primera vista indiferente, no lo es cuando se atiende á las consecuencias que de ella dimanan en opinion de autores respetables, quienes pretendian nada menos que establecer en la distincion de la esencia y de la existencia una nota característica de lo finito, atribuyendo al solo ser infinito la identidad de su esencia con su existencia.