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Actualizado: 23 de junio de 2025
Y es lo malo que hay ignorantes que digan que esto es lo perfecto, y que lo demás es buscar gullurías. Pues, ¿qué si venimos a las comedias divinas?: ¡qué de milagros falsos fingen en ellas, qué de cosas apócrifas y mal entendidas, atribuyendo a un santo los milagros de otro!
Las casamenteras ponen mucho empeño y mucha tenacidad en sus empresas. Se parecen en esto al diplomático que realiza un concierto internacional. Aconsejan, señalan las ventajas de la unión, presentan las dichas futuras, un porvenir venturoso; hacen grandes apologías de él a ella y de ella a él, atribuyendo a una y otro virtudes sin cuento.
Una dama de mi relación, educada en un convento de monjas, y no disponiendo de recursos para costearse frailes con olor a santidad, que velasen su sueño intranquilizado por el terror crónico, y atribuyendo a trajines de ánimas o duendes el galopar nocturno de los ratones en una casa vieja y contigua a un almacén de la calle Callao, en que residía, aún manteniendo encendido el pico de gas, obligaba a la cocinera a dormir en su propia habitación, y finalmente en su propia cama; tanto era el empobrecimiento de su espíritu por la credulidad natural complicada con cuentos de aparecidos.
Pero para que su partida fuese con más gusto, y el ejército quedase satisfecho, y seguro de tener en la armada ciertos los socorros y retiradas, le suplicaron nombrase por General de ella algun Caballero, ó Capitan que fuese de su nacion, para que dependiesen de ellos, temiendo que Andronico diese este cargo á Griegos ó Genoveses; y fuera cosa peligrosa para su seguridad tener el socorro en poder de gente extraña, con quien siempre hay emulacion y competencias; ocasion de graves pendencias y daños, y más en los socorros de mar, tan sujetos á las mudanzas del tiempo, que puede la ruindad y malicia de un General retardar el socorro, y hallar razon que disculpe y apruebe lo mal hecho, atribuyendo al tiempo y á peligros imaginados su tardanza.
Digna de especial atención es esta escena, á causa de su efecto dramático, esto es, del doble error de García y de Don Mendo, puesto que el uno, deseando matar á su ofensor, deja caer las armas de improviso, creyendo que es el Rey, y porque su deber de súbdito le obliga á no ofender nunca á su Soberano; y el otro no conoce que es tenido por el Rey, atribuyendo la sumisión repentina de García sólo al respeto, que exige un hombre de su rango.
Daniel 3. 95. y hallando aprestado un navío inglés, y concertado el viaje y pagado el flete, blasonaba soberbio que ya les había oído Dios, atribuyendo blasfemo a su bondad lo que solo era solicitud del Demonio que por aquel medio del Patrón hereje ayudaba a sus depravados intentos para llevarlos al golfo de su desdicha perpetua.
Mientras entre nosotros no hay más soberano que el pueblo argentino, que los gobernadores de provincia son agentes naturales del P. E. N., que la autoridad del Congreso está arriba de todas, sin más limitación que la determinada por la Constitución, atribuyendo a los ciudadanos el recurso de inconstitucionalidad ante la Corte Suprema de Justicia, en Colombia, como he dicho, cada estado es soberano, gobernado por un presidente y participando del gobierno general por medio de dos plenipotenciarios que delega al Senado, especie de consejo anfictiónico.
No solo los Filósofos antiguos, sino tambien los modernos tratan este asunto con suma confusion, atribuyendo á una potencia lo que es de otra, y mezclando entre sí las cosas que debieran separar, de donde nace mucha obscuridad, y de ella muchos errores y falsedades, de que estan llenos los libros antiguos y modernos de Lógica.
No bien murió don Juan I.º en 1390, i ocupó el trono de Castilla su hijo i sucesor don Enrique III, volvió el arcediano de Ecija á predicar contra los judíos, roto ya el freno i respeto con que en vida de aquel rei, bien á su pesar, habia sido oprimido; i así predicando en los mas públicos i frecuentados parajes en Sevilla, irritaba á la plebe poniéndole delante de los ojos la miseria del pueblo i la riqueza de los que guardaban la lei de Moisés, i atribuyendo á la codicia de estos los males que padecian los cristianos, i así es fama que les dirigia discursos semejantes á este: «Oh gentes infelices i para siempre desdichadas, ¿quién podrá remediar vuestras desdichas é infelicidades? ¿Veis la hambre que oprime con tanta fiereza á vosotros i á vuestras mujeres i á vuestros hijos? pues jamás será mitigada, jamás rompereis las cadenas que con todo vigor i fuerza os amarran á la miseria: jamás gustareis los dulcisimos regalos que la inconstante fortuna suele ofrecer á los mortales. ¡Ai pueblo solamente para el mal nacido!
El virrey creía hasta cierto punto desairado su amor propio con este resultado; y don Juan del Corro no se daba por vencido, atribuyendo su desventura a ardides de enemigos y envidiosos.
Palabra del Dia
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