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Verdad es dijo don Celso riéndose . Me olvidaba de que esto es también estanco donde se venden los sellos de franqueo. Traiga usted uno por nuestra cuenta. Obedeció Cuarterola. Volvió con el sello; pególe a la carta Lépero, y al devolvérsela al tabernero, le dijo: Ahora veamos cuánto se le debe a usted por todo.

¡Bravo! ¡Bravo! gritó a coro su estado mayor. ¡Ya, ya! gruñó por cuarta vez el tabernero, sacando una mano del bolsillo para rascarse el cogote sin quitarse el sombrero. ¡Esto es hablar como un libro, don Jeromo! exclamó Lépero . ¡Que vaya este hombre a las Cortes; que vayan muchos como él, y España se pone camisa limpia! ¡Ya, ya!... Pero... murmuró Cuarterola.

Mi queridísimo amigo y pariente: Como que también lo eres del señor regente de la Audiencia de este territorio, y que es raro el paso que da en el cumplimiento de sus altos deberes sin oír tu dictamen, espero que le recomiendes con todo empeño la pronta y favorable resolución del pleito que pende ante aquélla, contra don Jeromo Cuarterola, de esta vecindad, y persona de todo mi aprecio, sobre un supuesto contrabando.

Amaneció con el viento al OSO recio y contrario para navegar al Rio Negro: á las ocho mandé la chalupa á la Punta Rubia, con una cuarterola para que la llenasen de aceite de lobo, que los hay en abundancia. Todo el dia se mantuvo el viento de la misma conformidad, y anocheció de mal semblante.

Al anochecer se llamó el viento NNO fresquito, y le hice señal á la chalupa para venir bordo: á las doce de la noche le víveres, y órden para que á aquella hora se pusiese á la vela, adelantándose á Punta Rubia embarcar la cuarterola de aceite de lobo, que antes no habia podido por la dureza de los tiempos.

Entregóselo todo a don Simón, que, a regañadientes, tuvo que escribir lo que sigue, dictado muy recio por don Celso, no tanto para que lo oyera bien Cuarterola, cuanto para llenar una exigencia del candidato, que de este modo creía echar menor responsabilidad sobre su conciencia: «Señor don Pedro Gutiérrez. Madrid.

Sólo que continuó don Zambombo es lo mismo que me han dicho todos los candidatos que me han pedido el voto. Sin embargo... replicó don Simón algo resentido. Y luego que han sido diputados concluyó Cuarterola , si te he visto, no me acuerdo.

Siguiéronle, en efecto, los aludidos, después de amarrar afuera, como mejor pudieron, las cabalgaduras; y precedidos de Cuarterola, instaláronse ante una mesa larga, estrecha y sucia, que se sostenía mal en el interior de la taberna, cerca del mostrador, sobre el cual no había más que una vasera de hoja de lata con cuatro jarros de arcilla; una aceitera, capaz de media arroba; un pedazo de yeso para apuntar; dos vasos para aguardiente, y un botellón de cristal conteniendo vino tinto.

¡Ya, ya! volvió a gruñir el tabernero. Muy señor mío y mi dueño díjole don Simón, doblándose, descubriéndose y tendiéndole una mano; atenciones a las cuales correspondió Cuarterola tocando apenas el ala de su grasiento sombrero hongo con la extremidad del índice de su diestra, que sacó perezosamente del bolsillo, volviendo a hundirla en él en seguida.

Pues precisamente porque eso que usted dice es cierto, los hombres de mi carácter y de mi posición nos lanzamos esta vez a la lucha, resueltos a que sea una verdad el sistema representativo. ¡Ya, ya! volvió a gruñir Cuarterola. Conque, amigo don Jeromo saltó aquí don Celso, persuadido de que toda preparación era ociosa con aquel bárbaro , estamos al cabo de la calle y nos hemos entendido.