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Pero al levantar la punta para hundirla en aquel pecho sacrílego, una voz recia y dominante, una voz que penetró en sus entrañas, le contuvo de golpe: ¡Ah! ¡Ramiro, Ramiro, sólo falta agora que acuchilles al hombre que te engendró! Al pronunciar estas palabras, el caminante quitose el ancho sombrero que llevaba, a fin de descubrir su cabeza y mostrar mejor todo el rostro.

Cuando iba sola a abrir los armarios, experimentaba gran deleite en meter la cabeza dentro de ellos y hundirla entre la ropa, gozando de la frialdad del lienzo en el rostro y aspirando con voluptuosidad su aroma saludable. La luz que penetraba a torrentes por el blanco tul de las cortinas, la charla incesante y las sonoras carcajadas de los jóvenes llenaban la pieza de alegría y animación.

»No, no le dije: esa alma tan noble y pura debe permanecer aún sobre la tierra; es nuestra, nos pertenece. », tienes razón me contestó, entusiasmado; esa alma es tuya, tuya... Porque sólo puedes elevarla hasta el cielo o hundirla en los abismos; sólo puedes hacerme dichoso o quitarme la vida. ¡Oh, Juanita!

¡Ya, ya! volvió a gruñir el tabernero. Muy señor mío y mi dueño díjole don Simón, doblándose, descubriéndose y tendiéndole una mano; atenciones a las cuales correspondió Cuarterola tocando apenas el ala de su grasiento sombrero hongo con la extremidad del índice de su diestra, que sacó perezosamente del bolsillo, volviendo a hundirla en él en seguida.