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Nosotros añadió don Celso, atropellando la humanidad de don Zambombo tenemos que hablar despacio, y nos colamos como Pedro por su casa. Conque venga la mejor habitación y el mejor vino, y síganme todos, caballeros.

Mientras los recién llegados se sentaban en los duros y estrechos bancos contiguos a la mesa, don Zambombo entró en la bodega, de la que salió al cabo de un cuarto de hora con un gran jarro de vino blanco en una mano, y en la otra un vaso de vidrio sucio.

El segundo fué para el tabernero, a quien dijo, mientras éste apuraba el líquido, mitad por el gaznate y mitad entre cuero y camisa: Señor don Jeromo, el mundo está perdido; los tunantes se nos suben a las barbas, y los hombres de bien andamos por los suelos. Es preciso que la cosa cambie, ¡y cambiará! Para conseguirlo, contamos con usted. ¡Ya, ya! gruñó por tercera vez don Zambombo.

Llegó al cabo don Zambombo, y puso lentamente sobre la mesa el jarro y el vaso. En seguida volvió a meter las manos en los bolsillos, y se colocó de pie a un lado de la mesa, haciendo descansar su panza sobre el tablero. Entretanto, don Celso escanció el primer vaso de vino y se le presentó al candidato, que, cerrando los ojos, se le bebió sin resollar.

¡Si usted tuviera la bondad de ser un poco más franco! se atrevió a decirle don Simón. ¡Pssée! refunfuñó don Zambombo . ¡Como tampoco ustedes lo son!... ¿Cómo que no? Es la verdad. Y si no, a verlo vamos. Yo me comprometo a votarle a usted con todos mis amigos... Muchas gracias, señor don Jeromo. Con tal de que usted se comprometa a otra cosa.

Cabalmente tiene usted delante al mejor amigo del regente de la Audiencia. Al oír esto, don Zambombo abrió los ojos cuanto se lo permitía la carne de los párpados, y clavó la mirada en don Simón. Este se quedó como quien ve visiones. Y no era extraño. Pero, don Celso dijo sin poderse contener , ¿cómo es eso?...

El señor dijo don Celso, señalando a éste y hablando con don Simón es don Zambombo, como le llamamos los que nos honramos con su amistad íntima, o don Jeromo Cuarterola, como le llaman en el pueblo y fuera de él cuantos le conocen y le quieren, porque se lo merece; y por eso le sirven a ojos cerrados.... En fin, que el señor es el jefe electoral de toda esta comarca.

Sólo que continuó don Zambombo es lo mismo que me han dicho todos los candidatos que me han pedido el voto. Sin embargo... replicó don Simón algo resentido. Y luego que han sido diputados concluyó Cuarterola , si te he visto, no me acuerdo.

¡Una verdadera infamia! le respondió Lépero guiñándole el ojo . Un supuesto contrabando, por el cual han formado causa a este pobre hombre, y le están arruinando miserablemente. ¡Eso digo yo! suspiró don Zambombo, bamboleando de un hombro a otro su monstruosa cabeza. Pues, amigo mío dijo don Celso , jamás hallará usted mejor ocasión que ésta para salir airoso en su empeño.