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ZOR. Colguemos todos la espada, Y esté segura la tierra Y la frontera guardada; Que harto el cuidado me aprieta En defender a Cartama, Porque jamás en la cama Me halló el sol ni la trompeta Que la gente al campo llama. Fernando es ido a Toledo: Seguro pienso que quedo De dejar mi casa. Ven, Responderé al Rey y a Hazén Cuanto agradecerles puedo.

Desengañónos un moro, Y vimos en un instante El imposible posible, Y lo posible alejarse. Casámonos de secreto; Pero, en gloria semejante, Que se partiese a Coín Mandó Almanzor a Zoraide, Y que a , mientras viviese, Otro Alcaide me dejase En Cartama, donde he estado Ausente del bien que sabes. Lloramos nuestra partida, Y partiendo, si se parte, Concertamos que en ausencia De su padre me llamase.

ABIND. Hoy acabáis de vencer, Como otro Alejandro, el mundo. Parece que agora en él No cabe vuestra persona, Y que os laurea y corona Por reina y señora dél. JARIFA. Si así fuera, dulce hermano, Vuestra fuera la mitad. ABIND. ¿Tanto bien a mi humildad? Dadme vuestra hermosa mano. ZORAIDE, alcaide de Cartama, ALBORÁN, moro. ZOR. ¿Eso dicen en Granada Del buen Fernando?

ALVAR. Aquí podéis escuchar, Que parece algarabía. Canten dentro. En Cartama me he criado, Nací en Granada primero, Y de Alora soy frontero Y en Coín enamorado. Aunque en Granada nací Y en Cartama me crié, En Coín tengo mi fe Con la libertad que di. Allí vivo adonde muero, Y estoy do está mi cuidado, Y de Alora soy frontero Y en Coín enamorado.

Crióse el Abindarráez En Cartama con Jarifa, Mozo ilustre, abencerraje En méritos y desdichas. JARIFA. ¡Dichosa el alma mía Que dió tan dulce fin a su porfía! Canten. Pensaba que eran hermanos, En este engaño vivían, Y ansí, dentro de las almas El fuego encubierto ardía. JARIFA. ¡Dichosa el alma mía Que dió tan dulce fin a su porfía! Canten.

Dime lo que dicen alma y fama. ALBOR. ¡Oh ilustre y generoso decendiente De aquellos malogrados Bencerrajes Por su valor y envidia juntamente! ¡Oh reliquia de aquellos dos linajes! ¡Oh fénix de su muerte, sangre y fuego, Porque mejor de los aromas bajes! No es tu padre el alcaide de Cartama, Que, puesto que es tan noble, fué Selimo, Pero el Alcaide, como ves, me llama. No puedo detenerme.

Recuerdo que allá en mi niñez y en mi lugar y casa, había una sirvienta llamada Frasquita. Era natural de Torbiscón o de Cártama, porque de esto no estoy muy seguro, aunque por dicha importa poco. Frasquita era linda y graciosa, aunque pasaba ya de treinta años y había tenido mil desilusiones y pesares.

No quedó en Granada alguno Que este nombre se llamase, Si no son los dos que digo, Que no pudieron culparles. No quiso que en la ciudad Los varones se criasen, Y mandó sacar las hijas En Africa o otras partes. Y así, a , triste, en naciendo, Me llevaron al Alcaide De Cartama, hombre muy rico, Ilustre en armas y sangre.

Escucha, Jarifa mía: Llegó a Cartama Celindo Con tu carta, cuando estaba El sol inclinado al Sur, Pardo y triste, y no sin causa. Leíla, beséla, y dile Albricias de mi esperanza, Que se perdió en el ausencia Después de llena de canas. Vestíme, hermosa señora, Colores, plumas y galas; Que un alegre pensamiento Con todas tres se declara.

Este tema literario, tan universalmente famoso, es tratado por Lope en su comedia La envidia de la nobleza. Cartama, y no Cártama, como se dice hoy. Puesto que. Igual a aunque. Bello, Gramática, 1268. "Yo , Olalla, que me adoras, Puesto que no me lo has dicho..." Quijote, parte primera, cap. XI. CLÁSICOS CASTELLANOS, tomo I, pág. 257.