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El jefe de los pescadores se le puso delante, vacilando sobre sus altos zuecos de planta de fieltro, diciendo: ¡Hola! ¡Os creía muerto, Capitán! ¡Os habéis emborrachado, canallas! le dijo Van-Stael, amenazándole con el puño. ¡, ! añadió el chino, tartamudeando . ¡Bebed... el sciam-sciú es... excelente!... Aún... queda... Lo juro... Pero, ¡desgraciado!; ¿no oyes los gritos de los salvajes?

24 A la verdad el Hijo del hombre va, como está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera al tal hombre no haber nacido. 25 Entonces respondiendo Judas, que le entregaba, dijo: ¿Por ventura soy yo, Maestro? Le dice: lo has dicho. Esto es mi cuerpo. 27 Y tomando el vaso, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de él todos;

Tomad este bocado y bebed una vez, con que templaréis la cólera, y en tanto, descansará la cabra. Y el decir esto y el darle con la punta del cuchillo los lomos de un conejo fiambre, todo fue uno.

El viejo lo derramaba con mano pródiga. «Bebed, muchachos; en vuestra tierra no tenéis de esto...» Otras veces confeccionaba sus famosos «refrescos», sonriendo con una satisfacción de artista al ver el mohín de voluptuosidad que alteraba los rostros. ¿Cuándo habéis bebido nada semejante? decía con orgullo . ¿Qué sería de vosotros sin el tío Caragòl?...

Don Pablo lo apreciaba como un tesoro, y era probable que se indignase al conocer el estrago que había hecho su aturdido pariente. Pero Luis no se arrepentía de su generosidad. Le alegraba enloquecer al rebaño miserable con el vino de los ricos. Era un placer de patricio romano, embriagando a sus clientes y esclavos con bebida de emperadores. Bebed, hijos míos decía con acento paternal.

Bebed y comed, que me dáis grande gusto, y tengo de vosotros gran cuidado y providencia; yo he criado la caza y la pesca y cuanto bueno hay para vosotrosCon estos tres dioses vienen, para cortejarlos, una tropa de demonios, y en señal de respeto y reverencia están en pie. Los indios creen que estas son las ánimas de sus enemigos, con quien tienen guerras y también otras gentes extrañas.

¡Comed y bebed! les decía la labradora ; esto no se ha acabado aún, y tendréis necesidad de que no os falten las fuerzas. ¡Eh, Frantz! ¡Descuelga ese jamón! Aquí están el pan y los cuchillos. Sentaos, hijos míos. Frantz, con la bayoneta, espetaba los jamones en la chimenea.

Donde hay otras muchas y mejores esperando que vayan á recogerlas los mozos bien plantados como , que no deberían de seguir enmoheciéndose aquí, esperando que el amo les pague el salario, sino ir á ganarlo y cobrarlo por mismos, allá en tierra de Francia. ¡Voto á tal, que es aquella vida digna de hombres, noble y honrada cual ninguna! ¡Ea, bebed conmigo á la salud de mis camaradas, á la gloria del Príncipe Negro, hijo del buen rey Eduardo y sobre todo á la del noble señor Claudio Latour, jefe de la invicta Guardia Blanca!

Vamos, esto es una tontería dijo la Dorotea, sin pretender cubrir lo que no podía cubrirse. Quevedo tiene la culpa. Yo creo, señora, que nadie tiene la culpa de nada. Bebed dijo la joven llenando una copa de vino. Bebed primero vos... La Dorotea llenó su copa. No: bebed en ésta, ó bebamos la mitad de la nuestra cada uno; cambiamos. ¿Sabéis lo que estáis haciendo? dijo con seriedad la Dorotea.

10 Y les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen aparejado; porque día santo es a nuestro Señor; y no os entristezcáis, porque el gozo del SE