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¡Si al menos perdiese la razón! ¡Los que deliran se hacen unas ilusiones tan extravagantes! ¡Quizás así la vería! El mismo día. Latour acaba de entrar en mi habitación. Ha creído ver al amante de Adela, al hombre que, según se dice, la ha hecho huir de aquí. El miserable ha tratado de evitar sus miradas y se ha substraído a sus preguntas apelando a la fuga.

Lo que es á no me haces creer que el señor Claudio Latour, valiente capitán si los hay, me ha hecho cruzar el canal sin más embajada que una salmodia. Pasa el rollo al mocito y apuesto un escudo á que nos lo lee de golpe. Pues por lo pronto, esto no es inglés, dijo Roger apenas leyó algunas palabras.

¡Claudio Latour y la Guardia Blanca! exclamaron á una voz los presentes, casi todos conocedores de los altos hechos de aquel esforzado capitán y del invencible cuerpo de su mando, los famosos Arqueros Blancos, que habían tomando parte principalísima en las luchas contra Francia. ¡Bravo, camaradas!

En busca suya voy al castillo de Monteagudo, antes de reclutar mi gente, para entregarle una carta de Sir Claudio Latour, rogándole que ocupe el mando vacante por la partida de Montclus. Pero no quisiera presentarme a él solo, sino por lo menos con un buen par de futuros arqueros blancos.... ¿Qué dices á eso, ganapán? preguntó Simón dirigiéndose á un atlético leñador.

Está escrito en francés, con muy primorosa letra por cierto, y traducido dice así: "Al muy alto y muy poderoso Barón León de Morel, de su fiel amigo Claudio Latour, Capitán de la Guardia Blanca, castellano de Biscar, señor de Altamonte y vasallo del invicto Gastón, Conde de Foix, señor de alta y baja justicia." ¿Qué tal? dijo el arquero recobrando el precioso documento. Vales mucho, chiquillo.

Latour, a quien yo he informado de todo lo concerniente a Adela, persiste en dudar de su traición. ¡Que no pueda yo dudar también! En ciertos momentos, no obstante, yo creo... ¡Qué digo yo y cuál no es mi ceguera! Estoy en el caso del viajero que por la noche pierde pie al borde de un abismo espantoso y se ase a lo primero que encuentra.

En el curso de la conversación no tardó Claudio Latour en exponer su proyecto de atacar á Montpezat y Castelnau, villas cercanas y mal defendidas, en la primera de las cuales aseguró al barón que hallarían más de doscientos mil ducados ocultos en la fortaleza, amén de otro botín nada despreciable. Muy diferentes son mis planes, señor de Latour, dijo irritado el de Morel.

Sin embargo, no va del todo descaminado el capitán gascón, dijo tímidamente un arquero de torva mirada. ¡ has sido siempre un cobarde y un traidor, Marcos! rugió Simón enseñándole el puño. Haya paz, dijo el barón con voz tranquila. Los que prefieran servir al señor de Latour, libres son de seguirle. Los demás, conmigo á donde nos llaman el deber y el patriotismo.

La guerra está declarada, el estandarte real ondea al viento, y bajo sus pliegues se hallará al viejo Simón, aunque tenga que ir solo hasta Dax.... ¡No, no! ¡Viva Simón! ¡Iremos todos! gritaron los arqueros, que en su mayor parte no necesitaban del ejemplo dado tan oportunamente por el popularísimo veterano. ¡Que hable el capitán Latour! se oyó decir en las filas.

¡, oigamos también al gascón! apoyó otra voz. ¡Soldados! exclamó Claudio Latour sin hacerse de rogar. No haré más que recordaros lo mucho y bueno que aquí dejáis y la triste recompensa que váis á buscar en lejana guerra. La libertad y el rico botín en Auvernia, la severa disciplina y mísera paga en el ejército.