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Concertose después con la batelera para su expedición nocturna y se despidió de ella recomendándole mucho sigilo. Cuando entró de nuevo en la habitación encontró en ella a Maximina, que estaba acabando de arreglarla, y a su primo Adolfo, un muchacho de trece a catorce años con grandes cachetes, el cabello corto y erizado y unos ojos cargados de carne, fieros y desvergonzados.

Lo primero que hizo al día siguiente por la mañana fue escribir a Lucía. «Estoy aquí desde ayer por la tarde. Dime cómo he de arreglarme para verteSalió de casa y fue en busca de Úrsula la batelera. Así que dio con ella le preguntó. ¿Conoces a la señora del general Bembo? ¡Vaya! Pues vas a llevarle esta carta ahora mismo. Aguarda contestación y vente en seguida. En el muelle te espero.

En el mismo instante surgió otra luz, allá a lo lejos sobre la masa oscura de los árboles de la opuesta orilla. La batelera comenzó a manejar los remos procurando no hacer ruido. El pueblo de Pasajes reposaba. En los buques surtos en la bahía habíanse apagado ya los fogones, y los tripulantes se entregaban descuidadamente al sueño. La noche estaba encapotada y apacible.

Miguel, antes de hacerlo, despidió a la batelera, encargándole que le mandasen el equipaje. La sala donde entró era espaciosa: los muebles, aunque no ricos, parecían decentes. Esta es la alcoba. ¿Quiere V. que le traigan luz? Hasta que venga el equipaje no la necesito. Bien, pues dispénseme V.; tengo el estanquillo abandonado. Y la matrona salió de la estancia dejándole solo.

En las tabernas, que no eran pocas, se oía mucha algazara. Era ya casi noche. Úrsula le fue guiando al través de aquella calle larga y tortuosa, que era la única de la parroquia de San Pedro, hasta una plazoleta en cuyo centro bailaba un grupo de muchachas. La batelera se detuvo delante de una casa vieja con escudo sobre la puerta, y se arrimó a la ventana de la tienda donde había estanquillo.

Vino a sacarle de su meditación el capitán, que le invitaba a tomar una copita de ginebra en la cámara: Miguel le manifestó que deseaba saltar a tierra y buscar posada. Pierda V. cuidado, ahora va a llegar Úrsula. ¿Quién es Úrsula? La batelera: ella le llevará a tierra y se la buscará.

Cogió la batelera los remos, atravesó la bahía, amarró el bote y desapareció allá entre los árboles. Mientras tornaba con la respuesta, nuestro joven se fue a hacer una visita al capitán del vapor y al piloto de las peteneras.

Halló a Úrsula sentada en las escaleras dormitando. Al sentir sus pasos se puso en pie vivamente. ¿Es V., señorito? Yo soy: ¿tienes ahí el bote? Lo tengo amarrado donde siempre para que no sospechen. Voy a buscarlo en seguida. La batelera bajó a la orilla y por ella se fue rozando el agua hasta desaparecer enteramente su silueta de la vista de nuestro joven.

No contestó la batelera con no menos asombro. Otro toque contestó al primero desde la opuesta orilla. Oyéronse después voces de mando y ruido de pasos a la carrera. Boga, boga de prisa, a ver qué diablos significa ese trajín dijo Miguel. Úrsula obedeció, y no tardaron muchos minutos en llegar cerca de tierra.