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¿Qué haría usted en ese caso? Pues haría... ¡qué demonio! lo mismo que va usted a hacer, sólo que yo lo hubiera hecho desde que noté el primer síntoma de eso que usted llama enfermedad de su hija. Pero, hombre, si, por errarla en todo desde que llegué a Peleches tan atiborrado de ilusiones, hasta me ha fallado la máxima que yo consideraba infalible. ¿Qué máxima?

Le corroía la gangrena por los grandes centros de su organismo atiborrado: por la ciudad, por el taller, por la Academia, por la política, por la Bolsa... por donde más caudal representa el torrente circulatorio de las insaciables ambiciones del hombre culto.

De vuelta á su lugar cierto joven estudiante, muy atiborrado de doctrina y con el entendimiento más aguzado que punta de lezna, quiso lucirse mientras almorzaba con su padre y su madre. De un par de huevos pasados por agua, que había en un plato, escondió uno con ligereza. Luego preguntó á su padre. ¿Cuántos huevos hay en el plato? El padre contestó: Uno.

Como recuerdo de su vida en las selvas, llevó á Buenos Aires cuatro cocodrilos del gran río Paraguay, llamados yacarés con el caparazón relleno de paja, y una serpiente boa de varios metros de lorgitud, cuyo vientre había sido atiborrado de hierbas por los disectores indígenas.

¡Ay niña, con qué tiquis miquis y sutilezas te me descuelgas! ¡Cómo se conoce el saber de que don Pascual te ha atiborrado la mollera! Si parece cuanto dices tomado de esos libros que don Pascual te da a leer. Pero, en fin, ¿qué contestamos a la carta de don Paco? Yo haré lo que desees, porque el asunto más importa a ti que a y porque sabes más que Lepe.

El pozo, después de una semana de descensos y penosos acarreos, quedó limpio de todas las piedras y la basura con que la pillería huertana lo había atiborrado durante diez años, y otra vez su agua limpia y fresca volvió á subir en musgoso pozal, con alegres chirridos de la garrucha, que parecía reirse de las gentes del contorno con una estridente carcajada de vieja maliciosa.

Le echaban en cara el vino y los manjares con que le habían atiborrado á todas horas. ¿Oyes, ladrón, lo que dice el doctor? Tu afición al champagne. Estarías borracho y por eso nos has hecho perder, cochino. Ochenta mil duros, ¿te enteras, sinvergüenza? Más de ochenta mil duros hemos perdido por tu culpa.... Por allá no vuelvas: te mataremos á patadas si apareces en las minas.

Así, pues, yo propendo a creer que es inútil, si no por todo extremo nociva, la protección oficial a la literatura, y en particular a la amena, y sólo comprendo que proteja y subvencione el Estado ciertas producciones tan hondas, sutiles y tenebrosas, que se pueda presumir razonablemente que no cuentan en una nación, medio culta siquiera, con un público que pase de cien personas, como por ejemplo, un libro de matemáticas sublimes, erizado de fórmulas, signos y figuras, y atiborrado de cifras, misteriosas para el profano.

Como que es el molinero de Salisbury, caballero en su mula bermeja y probablemente atiborrado de cerveza, según costumbre. Por eso es que el escudero debe preguntar, en caso de duda, si el pasante es ó no caballero.

Aléjate con todas las mentiras viejas de que te han atiborrado el cráneo... ¡ignorante! Su rabia le hizo caer en un sillón, volviendo la espalda al piloto, ocultando su cabeza entre las manos, para dar á entender con este silencio despectivo que todo había terminado.