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El oro, al pasar por ellas, parecía purificarse sin dejarlas manchadas. Cumplida su misión de caridad, Lázaro se encerró de nuevo en sus soledades, y entonces las dudas, muertas al parecer aquellos días, tornaron a mostrarle las insaciables fauces, semejantes a esos reptiles asquerosos que después de aplastados vuelven a revivir y arrastrarse.

Poco después Flimnap se encontró con un grupo de noticieros de los grandes diarios, que le iban buscando desde horas antes. Querían conocer su opinión sobre lo ocurrido en la tertulia del Padre de los Maestros, pero él se expresó de un modo ambiguo. De buena gana hubiese contestado rudamente á estos curiosos insaciables que le perseguían á todas horas; pero la gratitud le obligaba á ser cortés.

Preguntádselo a las tribus que moran en sus laderas y os dirán que el Apo duerme con sus ansiedades fieras que las lavas de sus hornos sólo se desbordarán el año en que ellos olviden, en su propio menoscabo, la tradición milenaria de dar a feudo un esclavo arrojándole a las fauces insaciables del volcán.

Llegamos al Rompeolas, y Quenoveva y Mary besaron la cruz por el lado del mar. Al volver a casa, yo quise abrazar a Mary a espaldas de la Cashilda y devolverle el beso que habia dado a la cruz, pero ella se me escapó riendo. Aunque la veía por las tardes, solía pasar todas las noches por delante de su casa. Los enamorados son insaciables.

Excusado parece añadir que siguió la cosa como antes; el vino añejo se repartía con profusión para sumirse por los cien abismos de aquellas insaciables gargantas; las inflamaciones y apoplegías continuaban, y jamás se desocupaba la enfermería.

Los cetáceos se hundían en este espesor viviente y con sus bocas insaciables absorbían el alimento á toneladas. Peces infinitamente pequeños secundaban á los gigantes marinos, atracándose de huevos de arenque. Los pescados más glotones, la merluza y el bacalao, perseguían á estas praderas de carne, empujándolas hacia las costas y acabando por dispersarlas.

Ojeda experimentó cierto asombro. ¡Bajar al camarote!... ¡Tan pronto! Empezaba a inspirarle miedo esta lozanía esplendorosa y audaz de insaciables deseos. Pero tuvo buen cuidado de disimular su inquietud por orgullo sexual. «Dentro de media hora repitió ella . Mi dios... ya lo sabesMuy bien; no faltaría. Y ella se fue con la satisfacción de que dejaba a sus espaldas un hombre feliz.

Porque resultaba que aquellos antojos insaciables y aquel atrevimiento inconcebible en la, poco antes, tan modesta, comedida y respetuosa muchacha, dimanaban de un «qué yo de mal aquél», a modo de maleficio, y que «la jalaba, la jalaba» contra su gusto hacia las baratijas de la tienda, y muy particularmente hacia los donaires del baratijero.

Cuando más en punto estaba el idilio, se presentó el traidor de la comedia: un banquero estúpido y feo y más ladrón que Brunelo, con dos avaricias insaciables: la del dinero y la de los blasones. Ambas cosas debían de abundar en casa de Nica Montálvez, sobre todo desde la muerte de su abuelo, un traficante muy listo que dejó al imbécil de su yerno una renta de cincuenta mil duros.

El cambio era tanto más notable, cuanto no era solamente en la política sino hasta en las costumbres. Las exuberantes e insaciables aptitudes de aquel hombre no se conformaban con tener por tarea la persecución de las reformas sociales: entre conspiración y conspiración, se daba tiempo para pasar de un amor a otro.