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Su miseria, al cabo, podía decorarse con un barniz de dignidad. Recibir un corto auxilio pecuniario como pasante de un colegio, o como escribiente de unos boteros de la calle de Segovia, para llevarles las cuentas y ponerles las cartas, era limosna ciertamente, pero tan bien disimulada, que no había desdoro en recibirla.

Al ganancioso y a los demás les pareció no ser bien llevar aquel negocio por fuerza, porque juzgaron ser de tal brío el Asturiano, que no consentiría que se la hiciesen, y uno dellos, que parecía de más razón y discurso, los concertó en que se echase la cola contra un cuarto del asno a una quínola, o a dos y pasante.

El nochiero llama el Dante al sombrío pasante de las almas perdidas... Siento un rumor lejano, un apagado murmurar, el tenue choque de maderas contra las piedras. Avancemos; al doblar una esquina, aparecen unos quince o veinte hombres, ocupados en colocar los atriles de una orquesta frente a los balcones desiertos de una casa envuelta en la oscuridad.

7 Y pondré al monte de Seir en asolamiento y en soledad, y cortaré de él pasante y volviente. 8 Y llenaré sus montes de sus muertos; en tus collados, y en tus valles, y en todos tus arroyos, caerán muertos a cuchillo. 9 [Yo] te pondré en asolamientos perpetuos, y tus ciudades nunca más se restaurarán; y sabréis que yo [soy] el SE

Oye: recuerdo que la palomita te llamaba con exclamaciones muy tiernas, cuando medio muerta la conducíamos en la litera mi pasante y yo. ¡Ja, ja, ja! ¿Sabes de qué me río?

Por otra parte, y mientras en Villalegre permaneciese, juzgaba él que sería ya inútil para todo y que no valdría ni para secretario de Ayuntamiento, ni para consejero de don Andrés, ni para colaborador del escribano, ni para pasante de los abogados Peperris.

Comenzó de escribiente en el ayuntamiento; después había sido secretario del juzgado municipal, pasante del notario y ayudante en el Registro de la propiedad.

En la esquina grita con voz chillona la vendedora de papeles, casi andrajosa, anunciando la «Correspondencia» ó la «Iberia», y tal ó cual opúsculo del dia; y á su lado le hacen mil reverencias al pasante el mozo de cordel y el limpia-botas, anhelosos de obtener clientela.

El magister, cansado de luchar con este carácter indomable, se provee una vez de un látigo nuevo y duro, y enseñándolo a los niños, aterrados, «éste es les dice para estrenarlo en Facundo». Facundo, de edad de once años, oye esta amenaza y al día siguiente la pone a prueba. No sabe la lección, pero pide al maestro que se la tome en persona, porque el pasante lo quiere mal.

El segundo es un aviso mudo: el pobre diablo va metido entre un enorme farol de papel ó de género blanco, iluminado durante la noche, en cuyas cuatro faces está escrito en letras monumentales el anuncio de alguna empresa, artículo en venta ó cualquier otro objeto; y la obligacion del portador ó esquina ambulante es vagamundear por todo Lóndres, en absoluto silencio, mostrando su armazon elocuente, y soliendo á veces, por via de figura oratoria, estrellar su farol contra las narices de algun pasante distraido.