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Dispénseme usted, tía María respondió don Modesto , pero Ramón Pérez está por medio; es amigo y no quiero hacerle mal tercio; me afeita por mi buena cara, e ir así contra sus intereses, sería una mala partida. Tiene mucha pena en ver que Marisalada no le quiere y se ha puesto amarillo y delgado que es un dolor.

La población toda estaba de gala. Los hombres, bien afeitados, pues la víspera quedaron abiertas las barberías y afeita que afeita hasta muy dadas las doce. Los señores más importantes y ricos, cuantos recibían el tratamiento de don, estaban de levita y castora, hasta con frac dos o tres, el escribano entre ellos.

Es una posibilidad contra una certeza dijo Sarto. Si se afeita usted apuesto a que nadie duda que sea el Rey. ¿Tiene usted miedo? ¡Señor mío! ¡Vamos, joven, calma! Ya sabemos que si lo descubren le cuesta a usted la vida, y también a y a Federico. Pero si se niega usted, le juro que Miguel el Negro se sentará en el trono antes de que acabe el día y el Rey yacerá en una prisión o en su tumba.

¡Ah, Rosita!, ¿cómo puede usted hablar en esos términos del buen Ramón, que me afeita de balde, y de esa ilustre Marisalada que ha sido aplaudida por generales y por ministros? Nada de eso impide replicó Rosa Mística que haya sido cómica, de las que antes estaban excomulgadas, y que deberían estarlo todavía. Yo quisiera saber por qué no lo están ya.

Y el bufón se levantó y abrió la ventana de su mechinal. ¿Qué hacéis, hermano? cerrad, que corre ese vientecillo que afeita. Obscuro como boca de lobo dijo el bufón. ¿Y qué nos da de eso? Y lloviendo. Pero explicáos. ¿Queréis ver al ratón en la ratonera junto al queso? ¡Diablo! dijo Quevedo . ¿Y para qué? Y después de un momento de meditación, añadió: Si quiero. Pues quitáos los zapatos.

Es hombre ya entrado en días, grueso y bajo, muy moreno, con narices enormes y unos cabellos tiesos y erizados como los de un jabalí. No gasta pelos en la cara, pero se afeita de tarde en tarde, lo cual da mayor realce á su rostro, espléndidamente feo.

Añádase a esto que sonríe muy poco, y que jamás se ríe; que se afeita todos los días, y gasta una ropa muy fina y muy holgada; muy destacados el pecho, los cuellos y los puños de su camisa, y muy abarquilladas las alas del sombrero; añádanse, digo, estas gravísimas circunstancias, y se comprenderá mejor por qué don Simón ha llegado a ser, en la región que habita, el hombre indispensable: indispensable en las juntas, indispensable en las comisiones de dentro y fuera, e indispensable en el Municipio, que ya no sabe qué hacerse si él no lo preside.

Dan, sin embargo, cierto pavor esos cuadros negros, alumbrados por esas lámparas á medio morir. La falta de costumbre. Indudablemente. Los benditos padres no se encontrarían muy bien en un campo de batalla, como yo me encuentro aquí muy mal; corre un viento que afeita, y se hace sentir aquí mucho más que en el campo.

No digo que no, tía María repuso don Modesto ; pero no me usted cartas en el asunto, y déjeme observar mi estricta neutralidad. No tengo dos caras; tengo la que me afeita Ramón, y no otra. En este momento entró Marisalada en la huerta.

Pero Rosita, usted no reflexiona que es preciso afeitarme de cuando en cuando, so pena de parecer zapador de un regimiento; que ese buen Ramón Pérez me afeita de balde, como lo hacía su padre, y que la política y la gratitud exigen que, si se pone a cantar delante de , tenga yo paciencia, y me preste a oírle.