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En seguida cantó bien dos o tres coplas, de esas que luego alcanzan los honores del organillo, y aquella música, que por sola no hubiese arrancado una palmada, fue aplaudida. Al terminar hizo la artista una pirueta, dio un saltito muy mono, y se metió entre bastidores.

Mención más detallada de estos sucesores degenerados de Calderón no debe hacerse en el mismo libro, que se honra con el nombre de tan gran maestro. Conviene indicar, sin embargo, que en esta época era muy aplaudida una especie muy inferior de composiciones escénicas, que se llamaban tonadillas, semejantes á los vaudevilles.

No era esta para muy aplaudida, del lado de que Juan la encaminaba entonces, y tan hermosas cosas fue diciendo, con aquel arrebatado lenguaje suyo, que se le encendía y le rebosaba en cuanto sentía cerca de almas puras, que Pedro y Adela, ya un tanto reconciliados, vinieron discretamente a oír aquel nuevo género de música, no señalada por el artificio de la composición ni pedantesca pompa, sino que con los ricos colores de la naturaleza salía a caudales de un espíritu ingenuo, a modo de confesiones oprimidas.

Y no porque nadie imaginase que podía existir rivalidad entre las modinhas del país y la música de los grandes maestros italianos, ni entre las indígenas y populares cantoras y una diva tan eminente y tan aplaudida en los principales teatros europeos. Todo era por culpa de un desaforado crítico francés, que no ha dejado de tener imitadores más tarde.

Y Manuel Chaves cumplió su encargo tan liberalmente, que con aquella serie de Cosas ha podido componer el presente volumen, ya pasado en autoridad de cosa juzgada, y lo que es más, aplaudida.

Como se veía aplaudida y mimada por aquel hombre, le mostraba su interior inocente, pero voluble y caprichoso. Núñez comprendió que el vicio no arraigaría jamás en su temperamento infantil pero podía caer por la ligereza increíble de su espíritu. Al cabo se alzó sofocada del diván. Cuando entró en el gabinete debía de tener el rostro encendido.

Principió por donde debía, esto es, por imitar su humildad. Hasta entonces había sido modesta, aunque no tanto que no le gustase verse lisonjeada y aplaudida; mas a partir de esta época no sólo huyó toda alabanza con cuidado, sino que rechazó las que le dirigían y hasta procuró ocultar sus habilidades para quitar a los amigos la ocasión de ensalzarla.

Su aparición fue aplaudida, y la muchacha, encendida, se remilgó y trató de lucir toda su gracia al que le daba tal prueba de distinción.

Entre la hez del pueblo de Madrid fué muy famoso el sastre Juan Calvo y Vela con su Mágico de Salerno, cuya primera parte, plagada de las invenciones más absurdas, fué tan aplaudida, que compuso luego otras cuatro más extravagantes aún que la primera, si esto era posible.

Y aún será mayor el asombro de éste cuando su sabio guía toque ciertos resortes, abra ventanillas en el vientre y en el pecho a las figuras mencionadas y hasta les levante con suavidad y sin el menor daño la tapa de los sesos. El ateniense exclamará entonces, como el personaje de una aplaudida zarzuela: Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.