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Una vez apoderados ellos del cetro, veréis lo que tarda nuestra generación, entonces caduca é impotente, en llamarlos dementes y desatentados; casi tan poco como en que ellos nos miren con lástima, y, alumbrados por el sol de la electricidad, se rían á nuestras encanecidas barbas de los resoplidos del vapor de nuestras locomotoras. Y esto ¿qué significa?

Pero persuadidos los cuatro, el Rabino Estruch, Sibili, Farrig y Estallada, con las eficaces exhortaciones de cuatro doctores y fervorosos teólogos y, a lo que se puede creer alumbrados de la luz del cielo, abjuraron de su locura y se redujeron a la Fe del que poco antes tanto habían querido perseguir y ultrajar.

Debía de estar ya perturbada su razón porque fuera de , aplicando los labios a las ranuras del ventanillo, dijo: «¡Abre que te quiero matarNo contesté... pasaron unos instantes en silencio: de repente sonó un tiro que retumbó en la caja de la escalera, como si fuese un trueno; luego el chocar de un cuerpo contra el entarimado del piso, y enseguida el caer de algo que debió de ser el revólver... Afortunadamente, en aquel momento salían dos caballeros del cuarto tercero alumbrados por un criado.

La recuerdo especialmente porque conservo de ella ciertas impresiones de esas que se fijan en todos los puntos sensibles de la memoria no obstante carecer de gravedad los hechos que las motivan. Había luna, una luna deslumbrante y el gredoso camino de Villanueva y las casas blancas estaban alumbrados como si fuera pleno mediodía, con reflejos más dulces pero con igual precisión.

Salimos, pues, juntos, y haciendo comentarios sobre las actrices, bastante escandalosos por cierto, dirigimos nuestros pasos a una tienda de montañeses que Suárez conocía en la plaza del Pan. Entramos, pasamos por en medio de varios parroquianos y fuimos a sentarnos en un cuartito de la trastienda, alumbrados por una lámpara de petróleo colgada de la pared.

Dan, sin embargo, cierto pavor esos cuadros negros, alumbrados por esas lámparas á medio morir. La falta de costumbre. Indudablemente. Los benditos padres no se encontrarían muy bien en un campo de batalla, como yo me encuentro aquí muy mal; corre un viento que afeita, y se hace sentir aquí mucho más que en el campo.

Escribir la historia detallada de lo que fué la secta de los alumbrados en Sevilla durante los siglos XVI y XVII, sería trazar el más interesante cuadro que retratase con toda verdad uno de los aspectos más gráficos de la sociedad de aquellos tiempos, que no era en verdad modelo de virtudes, de religiosidad, y de pureza de costumbres.

La creación entera canta en coro himnos de júbilo en loor de la fuente de la vida; hasta lo que no es, siente y habla; la muerte goza del don de la palabra y de la viva expresión del pensamiento; los astros y los elementos, las piedras y las plantas tienen alma y conciencia; ofrécensenos los senos más ocultos del entendimiento y del corazón; el cielo y la tierra brillan, en fin, alumbrados con luz simbólica.

Estas noticias, por las cuales se viene en conocimiento de lo que era una parte de la población de Sevilla entonces, son en extremo curiosas y dignas de ser recordadas, máxime cuando el mayor número de los alumbrados pertenecían al sexo bello y eran, además, jóvenes y bien parecidas.

En torno de la mesa central, y alumbrados por enorme quinqué de aceite con pantalla verde, estaban tres caballeros jugando al tresillo. El dueño de la casa era uno de ellos. Tendría de cuarenta y seis a cuarenta y ocho años de edad; hacía tres que estaba enteramente imposibilitado para moverse, de resultas de un ataque apoplético que le paralizó las dos piernas.