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Al dar el primer paso, sentí lo que se llama vulgarmente un cale, esto es, me metieron con un fuerte golpe el sombrero de copa hasta las narices. El miedo me paralizó, y me dejé caer contra la pared. Creí escuchar risas, y un poco repuesto del susto, me saqué el sombrero. ¿Quién va? dije dando á mi voz acento formidable y amenazador. Nadie respondió.

El duque, más despreocupado, intentó aparecer como un hombre de mundo, pero la rigidez de la viuda paralizó todas sus gracias y sintió frío hasta en la espalda. La señora de Villanera, por un error que se comete frecuentemente en los primeros encuentros, envolvió en un mismo juicio despectivo al duque y a la duquesa.

Aquí la nieta paralizó la lengua del desengañado abuelo, que tales cosas decía, dándole, de pronto, un beso en cada mejilla, y despidiéndose luego de él con una zalamería, de expresión tan confusa, que le dejó dudando si era un embuste de su incredulidad despreocupada, o el disimulo de una pesadumbre.

Mamette, al entrar, había comenzado por hacerme una gran reverencia; pero el viejo la paralizó con cuatro palabras: Es amigo de Mauricio. Y he aquí que, al punto, tiembla, llora, pierde el pañuelo, se pone encarnada, muy roja, aún más roja que él. ¡Esos viejos! La única gota de sangre que tienen en las venas, se les sube a la cara a la más pequeña emoción.

¡Si una criada me sorprendiera, si me viera penetrar en la habitación de un huésped! Al pensarlo, la sangre se paralizó en mis venas. El reloj tocó las doce. Abrí la ventana y miré a lo lejos frente a . Todo parecía dormir; hasta en el cuarto de Roberto, lo mismo que en el de Marta, ninguna luz brillaba. Ambos sepultaban su dolor y su pena en el seno de la obscuridad.

Y detrás se escuchaba el jadear de la fiera. Se volvió para mirarla; el lobo tenía la cabeza de Plutón. Lanzó un grito y despertó... Al principio no se dió cuenta de su situación: creía estar en la cama como todos los días y mostró alegría al verse libre de aquella pesadilla horrible. Pero cuando se recobró y se hizo cargo de dónde se hallaba, un estremecimiento de terror paralizó sus miembros.

Un suceso inaudito llenaba las páginas de los periódicos, y tal era su novedad, que paralizó la vida corriente, aglomerando á todos los habitantes en las plazas y calles céntricas. Un temblor de tierra, la erupción de un nuevo volcán, un gran naufragio ó una catástrofe aérea no hubiesen acaparado tanto la atención. Lo que ocurría era aún más extraordinario.

Cumplidas las profecías del astuto capitular y realizados todos los fines del matrimonio, el cielo no quiso sin embargo bendecirlo. Poco tiempo después D. Pedro experimentó el terrible ataque apoplético que le paralizó de medio cuerpo abajo, y desde entonces no hubo términos hábiles para la bendición, aunque la Providencia estuviese animada de los mejores deseos.

En torno de la mesa central, y alumbrados por enorme quinqué de aceite con pantalla verde, estaban tres caballeros jugando al tresillo. El dueño de la casa era uno de ellos. Tendría de cuarenta y seis a cuarenta y ocho años de edad; hacía tres que estaba enteramente imposibilitado para moverse, de resultas de un ataque apoplético que le paralizó las dos piernas.

Disipose por un momento la densa penumbra, ¡pero de qué manera tan terrible! Detonación espantosa, más fuerte que la de los mil cañones de la escuadra disparando a un tiempo, paralizó a todos, produciendo general terror.