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Pues ahí está el caso dijo Abu-el-Casín ; es que estas respetables gentes no caen en la cuenta de que el encargado en la ejecución de los mandatos del Príncipe de los creyentes y de las indicaciones sapientísimas del gracioso habitador de la ratonera de la Alcazaba es vuestro siervo, el agradable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana.

Un taller que se perdía de vista, ocupando todo el último piso del caserón; un bosque de maderos y cuerdas, invadidos por las telarañas; una confusión de telares que, inactivos y muertos, parecían siniestras guillotinas, complicadas máquinas de tormento. Juanito tardó en ver a su tío, agachado entre dos telares, en mangas de camisa, ocupado en armar una ratonera.

Al ver de lejos la comitiva, la multitud se agitó tempestuosamente, y hubo un sordo clamor general: ¡Ya están ahí, ya están ahí! Dicen que tenían preparado para esta noche el asesinato de todos los liberales de Nieva. ¡Ah, tunos! ¡Gracias que han caído antes en la ratonera!

Las ventanas cerradas, los postigos de arriba alambrados, para que entre el sol y el aire.... Me he gastado una barbaridad de dinero: lo menos doce duros; pero tengo un palomar en el que se criarían perfectamente todos los animales de pluma que entran en la plaza Redonda durante medio año. El único inconveniente son las malditas ratas. No hay ratonera ni polvos que puedan con ellas.

¡Y vaya si quiero! como que yo y , mientras yo esté aquí, estamos en una ratonera. ¿Pero no me explicarás?...

. Pues á también. El capitán, de cuando en cuando, la miraba de reojo, y hasta creo que el buen hombre se olvidaba de todos los horizontes de los trópicos, por el pequeño cielo que constituía la risueña cara de Bertita, en la que no había mas nubes que un picaresco lunar puesto en el labio superior con más malicia que queso en ratonera.

Luego buscó prestada una ratonera, y con cortezas de queso, que a los vecinos pedía, contino el gato estaba armado dentro del arca. Lo cual era para singular auxilio. Porque, puesto caso que yo no había menester muchas salsas para comer, todavía me holgaba con las cortezas del queso, que de la ratonera sacaba, y sin esto no perdonaba el ratonar del bodigo.

Como hallase el pan ratonado y el queso comido y no cayese el ratón que lo comía, dábase al diablo, preguntaba a los vecinos qué podría ser comer el queso y sacarlo de la ratonera, y no caer ni quedar dentro el ratón, y hallar caída la trampilla del gato. Acordaron los vecinos no ser el ratón el que este daño hacía, porque no fuera menos de haber caído alguna vez.

63 No me falta una guasca, esa ocasión eché el resto, bozal, maniador, cabresto, lazo, bolas y manea... ¡el que hoy tan pobre me vea tal vez no creerá todo esto!. 64 Ansí en mi moro, escarciando, enderecé a la frontera. ¡Aparcero si usté viera lo que se llama cantón!... Ni envidia tengo al ratón en aquella ratonera.

Sin embargo dijo Toubac ; si Hullin quiere, lo intentaremos a pesar de todo. ¿Qué es lo que vamos a intentar? dijo Brenn . ¿Exponernos a que nos rompan un hueso al escapar y dejar a los demás metidos en la ratonera? Por mi parte, lo mismo me da, y si alguien va, yo voy también. Pero si se creen que hemos de volver con víveres, sostengo que es imposible.