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La graciosa monja, por primera vez desde que la conocía, me pareció un poco confusa y avergonzada. Por supuesto que, en tres o cuatro ocasiones, los gritos de Perico me advirtieron que le estaba apretando la mano muy más de la cuenta. Esto me enfriaba repentinamente; pero mi entusiasmo era tan grande, que pronto recuperaba el calor y seguía desbocado, perdido. Cuando no tuve más que decir, callé.

No bien acabadas de hacer las paces, llegó don Acisclo con Pepe Güeto, quienes no advirtieron las huellas de la pasada tempestad. Cenaron los cuatro en amistosa compañía, y con buen apetito, y se fueron luego a dormir. Al día siguiente se celebró con pompa y estruendo la entrada triunfal de D. Jaime en Villafría.

Blasillo no se equivocaba, porque apenas había terminado de hablar, cuando un cañonazo lejano se oyó, después otro y después otro. Finalmente, advirtieron un vivo cañoneo. Eran los valientes de Massareo que destruían la otra tartana. ¡Por los santos del paraíso! exclamó el ardiente joven , ya habla el cañón.

¡Pues hagámoslo antes de extraviarnos más, Horn! Descargó Cornelio el fusil al aire; pero la espesura del bosque se comía el ruido y no lo dejaba propagarse. Pusieron el oído por si sonaba algún disparo lejano en contestación al suyo, pero nada advirtieron. ¿Has oído algo, Horn? preguntó Cornelio. Nada oigo contestó el piloto . Con esta espesura no hay manera de oir nada.

Ya, en esto, se había puesto Dorotea sobre la mula del cura y el barbero se había acomodado al rostro la barba de la cola de buey, y dijeron a Sancho que los guiase adonde don Quijote estaba; al cual advirtieron que no dijese que conocía al licenciado ni al barbero, porque en no conocerlos consistía todo el toque de venir a ser emperador su amo; puesto que ni el cura ni Cardenio quisieron ir con ellos, porque no se le acordase a don Quijote la pendencia que con Cardenio había tenido, y el cura porque no era menester por entonces su presencia.

Montaner y los demás capitanes de experiencia le advirtieron, que no convenia poner á riesgo su persona, y la de los que con él iban, despues de haber saqueado los Lugares del Duque de Athenas, con quien los señores de Negroponte tenian confederacion.

En fin, que algunas señoras de las más encopetadas se atrevieron a romper la tradición, y desde Octubre en adelante, hasta que volvía Pascua florida, se pasearon con gran descoco en el Espolón. Tras aquéllas fueron atreviéndose otras; los pollos advirtieron que el Paseo de los curas era más corto y más estrecho que el Paseo Grande, y esto les convenía.

Solo lo advirtieron las centinelas, que lo habian visto. Empezamos á navegar por la mañana, y á las dos ó tres leguas de viage, entró tan recio temporal que nos volvimos al puerto y echamos las anclas.

El piafar de los caballos y el ruido de las ruedas, me advirtieron á los pocos momentos que llegaba la diva. El portero se adelantó para ayudarla á bajar, se abrió la portezuela, y Jenny, cubierta de pieles, descendió ligera, enseñando una pierna admirable.

¡Cuál fué el asombro de Inés y de Beatriz cuando advirtieron que la notabilidad venía flechada a ellas! Un caballerete de veinticinco a treinta años, cargado con un abrigo y con una cajita, la seguía como si fuese un lacayuelo. Apenas llegó la dama, se puso delante de Beatriz, la miró con ternura y exclamando: «¡Querida míale echó al cuello los brazos y la besó en ambas mejillas.