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Gracián dijo solemnemente que más, mucho más había padecido Cristo por nosotros, y luego reinó un silencio tristísimo, durante el cual no se oía más que el rumor de las hojuelas de acacia, batiendo el aire y desconcertando las bandadas de moscas. Al punto que estas vieron a los dos clérigos, se fueron derechas a ellos, manifestando singular preferencia por el joven acompañante.

El compás y la escuadra y la rramita de acacia en medio... ¡Torrrpe de ! ¡Si esto huele a logia que trasciende!... Jacobo se echó a reír forzadamente, y el tío Frasquito, con el ardor de un amateur que tropieza con una ganga, añadió entusiasmado: Pues me los vas a darr, Jacobito... De estos no tengo ninguno, y son curriosísimos... Supongo que no te servirán; a lo menos, uno me llevo...

Usted está curado de su amor; pero esos amores parásitos son de la familia de la acacia; se arranca el árbol, se queman las raíces y los retoños salen a millares. ¿Quién me asegura que la vista de esa mujer no le hará perder la cabeza? Usted no tiene el cerebro tan sólido para exponerlo a semejante sacudida.

Su brazo, que no debía de tener más que el hueso seco, se extendía oscilando con lúgubre cadencia. Su mano empuñaba una rama de acacia, para espantar con ella las moscas que molestaban a Nazaria. Gracián y el otro clérigo se sentaron después de saludar a la enferma con mucho interés.

Como soy, que es la verdad exclamó éste colorado ; informaos, si queréis, de más de cien personas que presenciaron el lance. Aseguro que una acacia entera y verdadera se desplomó sobre mi pobre Erín. Por fortuna estaba colocado de tal manera, que evitó el choque del tronco, pero quedó preso entre las ramas, como un pájaro en la jaula.

Se introdujo en el grupo para saber de lo que se trataba. Solía por las tardes ir a dormir la siesta a la Mata, debajo de una gran acacia, y se placía extremadamente en escuchar horas enteras los gorjeos de los pájaros, los rumores de los árboles, el canto de los insectos.

Un prado de fresas floridas se extiende, cual manto argentado, entre un prado de frambuesas y otro de grosellas. Por todas partes se huele el perfume penetrante de la acacia, tan agradable al olfato de los porteros. París adquiere a peso de oro la cosecha de Parthenay, y los bravos campesinos, a quienes veis caminar a paso lento, con una regadera en cada mano, son casi todos pequeños capitalistas.

Alargando la rama, diole un escobazo en el rostro para líbrarle de la ferocidad insectil. Confianza en Dios y no dar a esta miserable existencia mundana más valor del que tiene, son los más eficaces remedios afirmó Gracián con autorizada voz. La vocecilla ronca de Maricadalso se dejó oír. Parecía una corneja que cantaba en la propia rama de acacia.

Con grande ansiedad incorporóse bruscamente, inclinando el cuerpo fuera del lecho para buscar la luz, y pudo distinguir entonces en todos sus detalles la empresa del sello: era la escuadra y el compás cruzados en forma de rombo y la rama de acacia, emblema de los masones. Una sospecha terrible, una idea aterradora con visos ya de evidencia cruzó al punto por su mente cual un pájaro siniestro.

Para imaginarnos el aspecto de nuestra corriente de agua y los servicios para que la utilizaron nuestros antepasados en los tiempos de la barbarie primitiva, nos es preciso atravesar el Océano y desembarcar cerca de las costas del mar de las Antillas, en uno de esos bosques de Honduras, del Yucatán y el Mosquitos, donde los caribes y los zambos cortan la acacia, el cedro y el campeche.