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Y no pudiendo más tiempo retener sus lágrimas las dejó correr. Á Nolo se le humedecieron también los ojos por el acento verdaderamente desesperado con que la joven pronunció las últimas palabras. Cuando ésta se hubo desahogado un poco dijo en voz baja secándose las lágrimas. Bien está, Nolo; vete con Dios.

Para obtener el sagú granulado como el comercio lo lleva a Europa, se echa la harina en una caldera puesta al fuego y se la tuesta ligeramente revolviéndola sin cesar, y después se la lava y empaqueta. Los granos así obtenidos adquieren un sabor más agradable y un color más rojizo. A mediodía tenían ya doscientos panes secándose al sol.

La fundadora, atacada de una hilaridad convulsiva, se reía con toda su alma. Pero ven acá, pillo dijo secándose las lágrimas que la risa había hecho brotar de sus ojos , si contigo no valen buenos medios. Anda, hijo, el que te roba a ti..., ya sabes el refrán... el que te roba a ti se va al Cielo derecho. A donde vas a ir es al Modelo...

Gritos, confusión, vivísimas interjecciones. D. Pantaleón, pálido y secándose la sangre con el pañuelo, se retira profundamente afectado a su dormitorio. La ciencia, la humanidad pierden una interesante monografía del perro. La familia Sánchez se estrechó un poquito para que cupiese Mario. En el cuarto donde antes alojaban las dos hermanas se aposentó ahora el matrimonio.

Gracias... bendito seas... ¡bendito seas por toda la eternidad...! ¿Me perdonas? Si no te hubiera perdonado, hace ya mucho tiempo que estaría muerto. ¿Cómo es posible vivir con un odio en el corazón? ¡Ya no quiero, ya no pido más! exclamó la infeliz mujer incorporándose y secándose los ojos . Déjame marchar. Ahora ya puedo morir tranquila en cualquier rincón del mundo. Déjame marchar.

¿No te da vergüenza llorar por un pájaro, tonta? Tienes razón repuso la niña, haciendo esfuerzos por reír y secándose la lágrima con el pañuelo . Pero me había encariñado con él como con una persona... Ya ves..., ¡hacía tres años que le cuidaba!... El rocío de la Gracia seguía cayendo copiosamente sobre el alma de la primogénita de los señores de Elorza.

«Para contener la hemorragia en alguna herida se debe aplicar á ello raspadura de la corteza del arbol Nanca, Baje, ó sea Palmabraba. «Para el que padece ronquera se le dará de comer fruta del arbol Sua ó limoncito á las cuatro de la madrugada, partiéndose y secándose antes al sereno y verá que la ronquera se quitará.

¡Pero si no tiene dinero! Pues ahora lo ha encontrado. La idea del casamiento con Bautista no soló consoló a la muchacha, sino que pareció ofrecerle un halagador porvenir. ¿Y qué quieres que haga? ¿Salir de la casa? preguntó la Ignacia, secándose las lágrimas y sonriendo.

¡Pobre Mauricia! dijo Fortunata a Guillermina, secándose el llanto a toda prisa, pues no le parecía bien ser ella la que más llorase . Mire usted, señora, a me pasaba con esa mujer una cosa rara. Sabiendo que era muy mala, yo la quería... me era simpática, no lo podía remediar.

Estaba allí mi tío, sentado en el sillón de cabecera, y a su izquierda, en el banco que le seguía inmediatamente, un señor Cura muy corpulento, con balandrán de paño, gorro de terciopelo raído, y entre manos una cachavona muy recia; frontero a los dos, con la lumbre entre ambos, otro personaje más corpulento aún que el señor Cura, de cabeza canosa y gorda, cara cetrina y ojos muy saltones; en el mismo banco, pero a respetuosa distancia de este sujeto, Chisco secándose el barro de sus perneras a la lumbre; y junto a ella, y acurrucada en el suelo sin estorbar a nadie, con una cuchara de palo en la mano derecha, y en la izquierda el mango de una sartén colocada sobre las trébedes, una mocetona de ojos azules, hermoso y abundante pelo rubio y cuerpo bien metido en carnes.