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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Eran María Encarnación llamada la Churriana y Pepilla la Poenca, a quien nombraban así por ser sobrina del Sr. Poenco. ¡Endinote! exclamó una corriendo ligerísima hacia mi amigo . ¿Cómo tanto tiempo sin verte? ¿No sabías que esta probe se estaba muriendo? Miloro está encalabrinao por aquí dentro, y ya no quiere nada con la gente de la Viña. Amable canalla dijo el inglés , sentaos.

Me traías á todos tus amigos, orgulloso de mi belleza y sin que jamás parecieses celoso. ¿Para qué, si sabías que no existía para más hombre que ? Todos los compañeros de tu vida disipada me hicieron el amor, menos Tragomer, que desconfiaba de , y lo supiste de todos excepto de uno á quien juzgué desde el primer día y que me daba miedo. ¿Sorege? preguntó Jacobo. Sorege.

Y terminaba el artículo con esta despedida: «¡Vaya tranquilo el bravo guerrero, que con mano esperta rigió los destinos de este país en épocas tan calamitosas! ¡Vaya tranquilo á respirar las balsámicas brisas del Manzanares! ¡Nosotros aquí nos quedaremos como fieles centinelas para venerar su memoria, admirar sus sabias disposiciones, y vengar el infame atentado contra su espléndido regalo, que hemos de encontrar aun cuando tengamos que secar los mares! ¡Tan preciosa reliquia será para este pais eterno monumento de su esplendor, sangre fría y bravura

El día mejor de mi vida sería aquel en que le viese al lado de los buenos, ayudando á Dios con los bienes que le ha dado, aconsejándose de personas sabias y virtuosas como ustedes... Pero Padre: usted no lo conoce; es inabordable; siempre me ha causado respeto y miedo. Lo repito; yo no he nacido para esto: me repugnan los hombres.

Estaban sentados, en una de las glorietas con otras varias personas y charlaban animadamente aparte. Cada vez que pasaba por delante de ellos con Peñalver, su corazón se encogía: apenas entendía ni escuchaba siquiera las sabias disquisiciones que su ilustre compañero le iba vertiendo en el oído. Hágamelo usted bueno respondió con sonrisa modesta el joven . Aquí no hay más sabio que el señor.

Apenas Judas Abravanel hubo pronunciado estas palabras, muchos de la comitiva, y particularmente las damas, le cercaron para contemplarle y aplaudirle. Sus discretísimos Diálogos de amor eran muy admirados en la corte. La Reina, la Infanta doña Beatriz y otras muy sabias señoras se deleitaban leyendo en italiano aquellas tan sublimes filosofías.

Vamos: lo sabías dijo el bufón ; debe de habértelo dicho tu misma hija. ¡Que yo esa deshonra! ¡Si en ti todo es deshonra y fango y podre, cubierto por un manto ducal! La manera que tienes de negar esa deshonra que, lo confieso, es grande, me prueba que la conocías. ¡Oh! ¡oh! ¡yo te juro que esa es una calumnia! No disputemos.

Estás perdonado dijo la esposa, arreglándose el cabello que Santa Cruz le había descompuesto al acentuar de un modo material aquellas expresiones tan sabias como apasionadas . No soy impertinente, no exijo imposibles. Bien conozco que los hombres la han de correr antes de casarse. Te prevengo que seré muy celosa si me das motivo para serlo; pero celos retrospectivos no tendré nunca.

¡Qué genio! ¡Reconozco la admirable ciencia de las sabias deducciones! ¡Has adivinado! ¡Marcho a estudiar el alma de la desconocida que amaré quizá!, y sobre todo... ¡Oh!, muy sobre todo... por huir de la joven que no amo. ¡Si supieras cuánta energía se tiene en estas tristes circunstancias! ¡Es espantoso! Mañana, tomaré el rápido para Strasburgo. Dentro de ocho días estaré en Viena.

Diómela sin quererlo, haciéndome él el encargo; porque habéis de saber, don Francisco, que como os he dicho, yo sabía que es criado de la condesa de Lemos. ¡Ta! ¡ta! ¿y qué sabías ?... Olía de una legua el encargo á faldas... yo soy muy práctico en estos negocios... lo que no pude adivinar, fué que vos fuéseis el galán que había de robar á la justicia. ¡Suerte tenéis!... ¡Como mía!

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