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Ni él te ama tampoco. Pero ¿te amará nadie nunca ni amarás a nadie si sigues así? ¿Cómo ha de acudir a ti el amor si le oseas cual si fuese pájaro de mal agüero? Inesita casi se sintió vencida. Su hermana siguió haciendo tan sabias y profundas reflexiones, que la chica vino a alucinarse y a imaginar que el coqueteo, dentro de ciertos límites, era un deber, al que estaba faltando.

Cumplidas las sabias órdenes que había dado la directora de la casa, Fortunata salió con Papitos, y después de encaminarla a la compra, indicándole algunas cosas que debía tomar, separose de ella en la plazuela de Lavapiés para dirigirse a la calle Mira el Río.

Indiferente a los otros jóvenes, mariposones de casinos o estrellas de playa que exhibían sus gracias en las partidas de tennis y empleaban su ingenio en las sabias combinaciones del cotillón. Blanca respondía ingenuamente a las bromas de su hermano que le instaba a elegir un novio. No hay ni uno que se parezca a ti... En ese caso... ¿Por qué no después de todo?

Señor Simoun, mientras nuestro pueblo no esté prepardo, mientras vaya á la lucha engañado ó empujado, sin clara conciencia de lo que ha de hacer, fracasarán las más sabias tentativas y más vale que fracasen, porque ¿á qué entregar al novio la esposa si no la ama bastante, si no está dispuesto á morir por ella?

Clara, por instinto, se había acercado a otra joven señora también encinta y comunicaba con ella sabias y profundas observaciones acerca del arte de fajar los infantes. Elena, la condesa de Peñarrubia y otra señora se decían ardorosamente los últimos secretos de la moda. Tristán bostezaba con la mayor elegancia hojeando un álbum de retratos.

La consternada joven no podía asegurar que sus últimas diabluras mereciesen la denominación y categoría de rasgos; pero indudablemente eran una cosa muy mala. Sobre todo no había hecho maldito caso de las sabias recetas de vida social que le diera su amigo.

Casi todos los que se hacen ricos niegan el acaso, la fortuna, el hado o la suerte: éstos les parecen vanos nombres, detrás de los cuales procuran ocultarse la pereza, el despilfarro, el desorden y la tontería. De aquí que se tengan por las personas más prudentes, más razonables, más ingeniosas y más sabias de la tierra. Y puede que les sobre razón. Yo no lo niego ni lo afirmo.

Dios permitirá que las sabias leyes de un rey justo salgan á luz pública y lleven el orden, la obediencia y el respeto al ánimo de todos los españoles. Mañana, señor, mañana.

El hombre prudente debe ir haciendo una serie de sabias adulaciones desde la Universidad hasta el paraíso. Con un compadre en el barrio, y una comadre mística en las alturas, el porvenir del licenciado está seguro. Por eso, libre de torpes supersticiones, dije familiarmente al individuo vestido de negro: ¿Realmente me aconsejas que toque la campanilla?

Estas sabias apreciaciones duraban poco, y luego volvía D. José a la monotonía de sus lamentos pastoriles. Durante varios días repitió las mismas cosas... La había visto un momento... Estaba desmejorada y triste... Riquín tampoco era feliz... En mayo añadió a tan enfadosos temas uno que era más agradable a la concupiscencia de Mariano.