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Actualizado: 20 de junio de 2025
La verdad es que don Fermín es muy buen mozo, y, si las beatas se enamoran de él viéndole gallardo, pulcro, elegante y hablando como un Crisóstomo en el púlpito, él no tiene la culpa ni la cosa es contraria a las sabias leyes naturales. El Magistral sabía todo lo que Ripamilán pensaba de él y le consideraba el más fiel de sus parciales. Por eso le esperaba.
Se burlaba de las sabias combinaciones de todos aquellos exportadores que leían periódicos ingleses, recibían boletines y comparaban las cotizaciones de unos años con otros para hacer cálculos que daban por resultado salir del negocio con las manos en la cabeza. El no sabía ni quería saber nada; fiaba en su buena estrella.
Las había sabias como la doctora, elegantes como Freya, venerables y con un apellido célebre, para obtener la confianza que inspira una viuda noble. Eran numerosas, pero no se conocían unas á otras. Algunas veces se tropezaban en el mundo, se presentían, pero cada una continuaba su camino, empujadas en distintas direcciones por la fuerza omnipotente y oculta.
Por ella se muestran los rectos caminos del vivir, los oráculos dictan sus sentencias, se levantan los muros de las ciudades y se congrega en paz el linaje humano, sujetándose a leyes sabias y justas.
Pero dijo ella con vehemencia, asiendo la mano de Juan, cuando me encontraste enferma y sin recursos en Sacramento; cuando... ¡Dios te bendiga por ello, Juan! me ofreciste tu apoyo para venir a Oriente, dijiste que sabías algo, que tenías algún plan, que podía hacernos a Carolina y a mí independientes.
Con una situación tan cómoda, estas dos sabias personas se fijaron cada una de asiento en su respectivo dominio, pero pasando familiarmente de una habitación á otra, manifestando cada uno sumo interés en los negocios del otro, sin llegar sin embargo á los límites de la curiosidad.
¿Acaso no sabías eso, chiquilla? decía Pepa a su hermana . Pues mira tú que había un zagalillo que era un bendito y muy amigo de rezar: había también en el Purgatorio un alma más deseosa de ver a Dios que ninguna.
Y cuando me diste la mano al decirme adiós, ¿por qué me dirigiste una mirada tan triste, tan humilde? ¿No sabías que esa mirada me torturaría sin cesar, noche y día, como el reproche de una grave falta que he cometido para contigo? No, amigo mío, eres el único ser en el mundo que nada tenga que reprocharme.
Es una debilidad disculpable, y más en el caso de Felicita, que, aunque acecinada, ama, la aman, pero no se le logra la satisfacción de sus deseos. Angustias iba a cada paso de visita a casa de la solterona, y, si no iba, la solterona enviaba a buscarla. Es público en la calle. Tu hijo iba de visita a casa de la solterona. ¿Tampoco sabías eso? Negativa muda. Pues, átame esos cabos.
Mañana hace un mes que murió tu hermano Pepito... Yo sé que has tenido una convulsión por haber visto la caja... A mí no me han dejado ir a tu casa porque decían que me iba a impresionar, pero toda la tarde la pasé llorando... Luisa te lo puede decir... Lloraba porque Pepito y yo éramos novios... ¿no lo sabías? ¡No! Pues lo éramos desde hacía dos meses.
Palabra del Dia
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