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Actualizado: 16 de mayo de 2025
¿Cuáles, señor? Dos órdenes de prisión. Creo que sean necesarias más. Pues bien, Lerma; decidme vos los que queréis que sean presos, y yo os diré los que quiero tener encerrados y no disputemos más. Señor, yo no disputo con vuestra majestad. ¿Pues qué estamos haciendo hace ya más de media hora? Disputar y no más que disputar. Con que sepamos: ¿á quiénes queréis vos prender? Al duque de Uceda.
Vamos: lo sabías dijo el bufón ; debe de habértelo dicho tu misma hija. ¡Que yo sé esa deshonra! ¡Si en ti todo es deshonra y fango y podre, cubierto por un manto ducal! La manera que tienes de negar esa deshonra que, lo confieso, es grande, me prueba que la conocías. ¡Oh! ¡oh! ¡yo te juro que esa es una calumnia! No disputemos.
Y yo necesito que el conde de Lemos vuelva. Entonces doña Catalina estará más contenida, porque un marido al fin es un marido, y, si pretende hacer algo, yo la haré callar. Del mismo modo haré que la duquesa de Gandía te sirva de cabeza. Conque ayudémonos resueltamente, duque, y no disputemos más.
Conque sus, y en vez de hacer procesos, señora, haced cofres, y mientras se pide licencia á sus majestades, el coche se apareje y huyamos, antes de que llegue el caso de que cuando queramos huir, no sea tiempo, y creedme y no disputemos, que allí tenéis entrambos los padres, y si vos dejáis de ser dama de la reina, doña Clara, seréis señora en vuestra casa; y á falta de la tercera compañía de la guardia española, tendréis vos allí, don Juan, los no menos bravos alabarderos de la guarda del virrey.
Gran dominio debía de tener sobre sí mismo, porque le oí contestar con calma: ¡Basta ya! No disputemos, Ruperto. ¿Están en sus puestos Dechard y Bersonín? Sí, señor. No le necesito a usted por ahora. No estoy fatigado... Sírvase usted dejarnos ordenó impaciete Miguel. Dentro de diez minutos quedará retirado el puente levadizo y supongo que no querrá usted regresar a nado a su cuarto.
Levantose, y mirando a la pobre joven con más lástima que cólera, le dijo: «Si tan convencida está usted, acuda usted a los Tribunales. Acudiré exclamó Isidora con firme convicción. Entretanto, es inútil que disputemos aquí. Puede usted retirarse». La marquesa intentó tirar del cordón de la campanilla.
No disputemos, por Dios uno y trino; improvisemos nuestro viaje salvador, y no nos chanceemos con la fortuna, que como mujer es mudable, y suele dar sinsabores tales como ha dado dulzuras. ¡Pero dejar abandonada á su majestad!... dijo doña Clara. Dios vela por los reyes... ¿creéis vos que la reina tiene en vos un escudo? Tengo valor, y mi vida es de su majestad.
Tendría los ojos cerrados, y usted tomaría mi recogimiento por un sueño irreverente. No disputemos, don Modesto, porque capaz sería usted de pecar con descaro contra el octavo mandamiento. Pero, volviendo a lo que decíamos, digo a usted que es una vergüenza que esté usted uña y carne con esas gentes.
Pero aún tenemos algo que decir. ¿Y esa mujer? ¿Doña Ana de Acuña? Sí, ¿os interesa esa mujer? Yo no he dicho eso. Esa mujer, tenedlo entendido, no es mi querida; pensaba que lo fuese por cálculo; pero os la cedo. Yo no he dicho... Pues bien, padre y señor, no disputemos acerca de esto. Vine á interrumpiros, y os dejo de nuevo libre.
Hombre de Dios, sin la guerra, ¿qué sería del mundo? Y sobre todo, ¿qué sería del mundo sin la artillería? Montecúculi dice que las batallas «dan y quitan las coronas, concluyen las guerras e inmortalizan al vencedor». ¡Sangre y luto y desolación! Pero no disputemos sobre el volcán, amigo. La guerra es un mal, y existe hoy entre nosotros. Lo que conviene es buscar alianzas en Europa.
Palabra del Dia
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