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Actualizado: 13 de septiembre de 2025
A la vista de Delaberge un débil rubor coloreó su rostro siempre mate, y como si presintiese las intenciones de Francisco alejó a la criada dándole un recado para una vecina; después sus inquietos ojos dirigieron al inspector general una interrogativa mirada. ¿Podemos estar solos un momento? dijo Delaberge con voz grave. Necesito hablarle. Pero... objetó ella buscando una escapatoria.
Con la extraña rapidez de percepción que caracteriza a la mujer, creyó Juana sorprender algo de lo que pasaba, en la mirada riente y turbación del joven; un ligero rubor cubría su frente, hizo girar su abanico y levantando la cabeza con cierta timidez medrosa: ¿Qué tenéis? díjole . ¿Por qué me miráis así? ¡Estáis tan bella! contestó Jacobo bajando la voz . ¡Me hacéis mal!
¡De qué manera tan clara relampagueó el orgullo en el semblante de Isidora al oír aquellas palabras! Su rubor leve pasó pronto. Sus labios vacilaron entre la sonrisa de vanidad y la denegación impuesta por las conveniencias. En aquella época Rufete puso nuestra casa con mucho lujo, con un lujo... ¡Dios de mi vida! Como él no tenía más idea que aparentar, aparentar, y ser persona notable...
Después de esperar en vano la pregunta, Andrés dijo en voz más baja, donde se traslucía la fuerza del capricho: Si vengo es por ti, exclusivamente por ti. La pastora soltó una carcajada de burla para disimular la emoción placentera que estas palabras le causaron. El rubor subió a sus mejillas. Y cuando no viene usted, ¿por qué es? También por ti. ¿Sabe usted que tiene gracia eso?
Su rubor provenía no sólo de mentir, sabiendo que Adriana estaba en la cazuela, sino también a causa de sus hombros y brazos desnudos; aquel año venía por primera vez a la platea del Colón y no podía sacarse la preocupación de que todo el teatro podía verla tan escotada. Ni se atrevía a mirar a Muñoz.
Sólo aquello que el rubor más elemental manda que se tape, era lo que ocultaba don Carlos a su hija. Todo lo demás podía y debía conocerlo. ¿Por qué no? Y con multitud de citas explicaba y recomendaba Ozores la educación omnilateral y armónica, como la entendía él. Yo quiero concluía que mi hija sepa el bien y el mal para que libremente escoja el bien; porque si no ¿qué mérito tendrán sus obras?
Yo creo a veces que tengo mil años... ¡Y enferma! ¡Arrastrando para siempre las consecuencias de haber sido madre!... Deteníase al decir esto con prudente rubor, no osando confesar las internas tribulaciones que agitaban su organismo. Sus ojos iban hacia Karl con la expresión amorosa y triste de una artista que contempla su obra, fruto de penalidades, jirón doloroso de su propia existencia.
Aunque nos conocemos tan sólo desde hace pocos días, veo que me habla usted como a un antiguo amigo y le estoy por ello profundamente agradecido. Una llamarada de rubor coloreó las mejillas de la señora Liénard.
Agosto 1.º Hoy, hablando con ella de la antigüedad de mi familia, me enredé en un lío de mentiras tan grande, que no sé cómo pude salir de él. Me puse colorado hasta las orejas, y cuantos más esfuerzos hacía por aparecer sereno, más me sofocaba. Si lo notó, como es de presumir, ¡qué idea tan baja habrá formado de mí! Estoy vendido con este rubor estúpido que me asalta por el más leve motivo.
Montiño la veía luchar con una fascinación amorosa. La veía sufrir. Los ojos de Dorotea se bajaban y volvían á levantarse para mirar á Juan Montiño con más insistencia de una manera más elocuente. La despechaba el no poder encubrir la impresión que la causaba el joven, y su semblante se encendía en rubor. Acaso hasta entonces no se había ruborizado Dorotea.
Palabra del Dia
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