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Actualizado: 13 de septiembre de 2025
Cada vez será más grande esta peregrinación dijo Maltrana . Sentimos la imperiosa necesidad del dinero como no la sintieron nuestros abuelos; y los que vengan detrás la experimentarán con mayor ímpetu que nosotros. Yo deseo ser rico: no tengo rubor en confesarlo; es lo único que me preocupa. Necesito saber qué es eso de la riqueza, y a conseguirlo voy... sea como sea. ¿Y usted, Fernando?...
Así aquel Misionero que prosigue diciendo otras mil cosas de bondad y devoción de sus cristianos, que sirven de no pequeña confusión y rubor á quien ha nacido y vivido en el gremio de la Santa Iglesia.
Yo me sobresalté: sentí de repente que me iba a ver reducida a esconderme, a huir de él hasta el fin del mundo: «¡Es necesario que no te encuentre, no te encontrará!» me gritaba una voz interior. Mis mejillas estaban encendidas y me vino un vago temor de que el rubor traicionara mi emoción a pesar de la obscuridad.
De pronto, girando sobre sus corchos como en una mudanza de baile, Beatriz exclamó: ¡Basta de muertos! agregando con cortesana sonrisa: Bien sé que sois de sangre muy clara y que podéis referir grandes cosas de los agüelos; pero holgárame en oíros contar las vuestras algún día. Tiempo queda repuso el mancebo, sintiendo subir a sus mejillas inesperado rubor.
Una contracción, producida, al parecer, por el hábito de la sonrisa; una tensión violenta de los párpados, como quien expresa el último grado del asombro; palidez mortal, interrumpida por súbitas inflamaciones de rubor; voz semejante á un quejido fatigoso y animada de repente con vibración desentonada, eran los caracteres de su dolencia, próxima á llegar al período de mayor exacerbación.
Su padre ¡qué rubor se ha elevado sobre su venerable frente! confundía sus lágrimas con las mías y sollozaba en mis brazos. «Gastón me ha dicho después de un largo silencio , no habré perdido más que a Adela. No por eso dejará usted de ser mi hijo. Los lazos que me retenían a la tierra se han roto. Ahora es únicamente usted el que me retiene.
Artegui se quedó mirándola tan fijamente, que Lucía sintió, digámoslo así, el peso y el calor de aquellos ojos en sus mejillas, y encendiose toda en rubor, murmurando: ¡Le cuento a usted cada tontería! Como no tenemos de qué hablar.... Seguía él escudriñando con la vista el franco y juvenil semblante, como una hoja de acero registra la carne viva.
La pobre Judit que, hasta entonces, había dormido perfectamente, aquella noche no pudo conciliar el sueño. ¡Era la primera vez! A la mañana siguiente, levantose con el rostro pálido, los ojos hinchados... La tía, entretanto, no dejaba de sonreír. Era imposible hablar del desconocido sin que el lindo rostro de Judit se cubriese de súbito rubor... Y la tía continuaba sonriendo.
Nunca le pareció tan linda a Andrés. El pañuelo bermejo, por debajo del cual asomaban los rizos de un cabello negro y brillante como el ébano, hacía resaltar su rostro trigueño, iluminado ahora por una sonrisa y encendido por el rubor.
Y como es un soldado de valor indiscutible, podrá reconocer también sin rubor alguno que tal vez en aquella ocasión sintió cierto miedo, el primer miedo de toda su vida. El comandante no pudo protestar. Una aclamación ensordecedora había interrumpido la elocuencia del orador. Todos le tendían las manos, conmovidos por la sinceridad y la sencillez de sus palabras.
Palabra del Dia
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