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Actualizado: 2 de noviembre de 2025
Perla emprendió la carrera á toda prisa y pronto se halló en medio de la luz del sol, riendo, toda iluminada por su esplendor, y con los ojos brillantes de alegría. Parecía como si el rayo solar se hubiera detenido en torno de la solitaria niña regocijándose en jugar con ella, hasta que la madre llegó bastante cerca para penetrar casi también en el círculo mágico.
Que él no quiere entrar aquí por mí, sino por usted. ¿Por mí? No seas tonta replicó Clara, riendo con la mayor naturalidad. ¿Le dejo entrar? No, cuidado. Por Dios, no hagas tal. No vuelvas á hablarle más. ¿A qué tiene que venir aquí ese caballero?
¡Oh sí! responde ella con un suspiro; la vida es aquí tan tranquila, tan seria... No hay nadie con quien pueda uno correr como hacía yo en otro tiempo con mis hermanos. Con frecuencia he estado a punto de tomar por el cuello a un mozo del molino; pero ¡la dignidad!... ¡el respeto!... Bueno, pues ahora estoy yo dice él, riendo. Por eso fundo en ti grandes esperanzas.
Unicamente Divès y su gente no se conmovían por aquellos sucesos, y sin dejar de galopar, riendo y alborotando, gritaba el contrabandista: Nunca he visto una fogarata parecida... ¡Ja, ja, ja! Hay que reírse mil años... Pero, al poco tiempo, Marcos quedose pensativo y dijo: Todo esto debe venir de Yégof.
Iban sentándose en dos bancos colocados a lo largo de la mesa, mientras Gallardo miraba indeciso a doña Sol. Debía comer arriba, en las habitaciones de la familia. Pero la dama, riendo de esta indicación, fue a sentarse en la cabecera de la mesa. Gustábale la vida rústica, y le parecía muy interesante comer con aquellas gentes.
Me dieron ganas de morir, un deseo vago y dulce de morir, que entonces, como ahora, surge en mi corazón, no solamente en momentos de angustia, sino también cuando me considero feliz: grata inclinación al suicidio, en la cual no he parado mientes hasta después de cumplir los treinta años, y, que, como digo para mí, riendo tristemente, es la nota trágica de mi carácter, de este carácter mío, llevadero, resignado, benévolo y complaciente.
¡Qué hermana! volvieron a exclamar algunas monjitas . ¡Qué gracia tiene! ¡Pues no dice que se ha casado!... ¡Lo que no se le ocurre a ella!... ¡Qué! ¿No quieren vuestras caridades creerlo? Las caridades siguieron riendo, arrojándome miradas penetrantes y maliciosas. ¡Pues ahora mismito se van ustedes a convenser! exclamó mi esposa con arranque.
Don Paco, que conoció a Juanita por la voz, contestó con mucha dulzura: ¡Perdona, hija mía! ¿Te he hecho daño? Ella, que también conoció a don Paco en seguida, replicó riendo: ¿Qué daño me ha de haber hecho usted? Pues qué, ¿soy yo acaso de alfeñique? No, hija. Bien sólida y firme me pareces. Si en algo eres de alfeñique, no es por lo quebradiza, sino por lo dulce.
¡Qué calor, querido Hardoin! dijo Raúl riendo. ¿Será capaz de hacerle a usted renunciar al celibato? ¡Oh! yo soy como el señor cura; me limito a casar a los demás. ¿Es bonita? preguntó con curiosidad la muchacha. No la he visto todavía respondió el joven diplomático con un soberbio aplomo. Es muy distinguida dijo el notario. Y tiene además un aspecto modesto y decente apoyó el cura.
Muchas gracias. Y se volvió tranquilamente para seguir tocando. Yo me alejé riendo de aquella singular escena. En otra, un padre o preceptor estaba enseñando el abecedario a un chicuelo de doce a catorce años; en otra se merendaba; en otra se tocaba la guitarra, digo, en otras, porque fueron bastantes las en que oí los acordes suaves del instrumento nacional.
Palabra del Dia
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