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En el comedor, entretanto, se tomaba chocolate con bollos, y un grupo discutía política en la puerta de la sala, donde el muerto se estaba quietecito en la caja, rodeado de blandones.

Eso sólo se permite una vez, y no olvide usted que cuando yo quiero que me besen la mano, comienzo por darla voluntariamente... Ya no hay más música; se acabó. Vamos a entretener al niño para que esté quietecito.

Le da porque todas nos parecemos a... no quién... a los emperadores de Francia... En fin, dejarlo. ¿Estoy en el palacio de la plaza del Ángel? dijo Ponte examinando la mísera alcoba con extraviados ojos. , señor... Arrópese ahora; estese quietecito para que coja el sueño. Luego le daremos buen caldo... y a vivir».

Aún tuvo la pobre Nina que bregar un poquito con el marroquí, empeñado en que le llevara sigo; pero al fin pudo convencerle, encareciéndole el peligro de que la herida de la cabeza le trajera algún trastorno grave si no se estaba quietecito. «Amri, golver ti mañana decía el infeliz al despedirla . Si dejar solo, murierme yo migo». Prometió la anciana solemnemente volver a su compañía, y se fue melancólica, revolviendo en su magín las tristezas de aquel día, a las cuales se unían presagios negros, barruntos de mayores afanes, porque se había quedado sin un cuarto, por dejarse llevar del ímpetu caritativo de su corazón dando tanta limosna.

Lo que vas á hacer, querido Ra-Ra dijo , es quedarte quietecito dentro de este bolsillo, donde encontrarás una agradable sorpresa. ¿Crees que voy á perder el tiempo mezclándome en esta ridícula guerra entre hombres y mujeres?... ¡A callar! Es inútil que protestes, porque no te oiré. Ahora ya no necesito guías; puedo moverme solo.

Le dolía verle inmóvil, a corta distancia de ella, tosiendo dolorosamente, contemplándola como si hubiese hecho de ella un objeto de adoración. Levántese de ahí decía alegremente la muchacha . Me pone nerviosa verle siempre tan quietecito, haciéndome compañía, cuando usted lo que necesita es vida y movimiento. Váyase con los amigos; en la habitación del campanero le estarán esperando.

Así es que en cuanto se retiraron Nieves y su padre a Peleches, que fue muy pronto, y el boticario y Leto a su botica, se armó en la Glorieta la de Dios es Cristo entre los galanes villavejanos y las respectivas damas, que no querían ser plato de segunda mesa... mientras Maravillas, sentado en el último banco hacia el mar, solo, quietecito y sosegado, flagelaba con su eterna sonrisa de compasivo desdén, aquel cuadro de miserias humanas, fruto natural y lógico del lamentable resabio de ir a misa y creer en Dios.

Márchese a su Londres, estese allí quietecito, muy quietecito, y si se le presenta una inglesa fresca y de buen genio, cásese, apechugue con ella, aunque sea protestante... ¡Ay, Dios!, que no me oiga Guillermina; , cásese, y verá cómo se le pasan todas las murrias, tendrá niños... Me comprometo a ser madrina del primero... digo, si es que le bautizan.

Cuando empezaba a alejarse con aire belicoso, se detuvo, volviendo sobre sus pasos. Espéreme aquí, Ojeda... No se vaya; ahora mismo vuelvo... Piense que me dará un disgusto si no le encuentro. Ya lo sabe... ¡quietecito! Y le amenazó sonriente, moviendo el índice de su diestra. Al quedar solos Fernando y Maltrana, éste rompió a reír. Muy bien, ilustre amigo.

Á ninguna parte, Padre, que se está muy quietecito. Los que andan por él son los que van y vienen. Ya tiene su merced bastante edad para saberlo. Oye, ¿qué debe hacerse con los pilluelos desvergonzados? Meterlos á frailes. Aquí el Prior no fué dueño de contenerse, y con paso ligero se encaminó al muchacho, resuelto á plantarlo de un puntapié en la copa de un pino.