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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Jacobi, ingeniero alemán, director de la explotación, hombre letrado y no poco bromista, comenzó á llamarle Plutón por haber nacido debajo de tierra, y Plutón le quedó.
Se alejó el mozo y cuando se vió solo acudieron á su mente mil dudas. ¡Era extraño aquel percance de Plutón! Mas por otra parte, si había estado en la mina trabajando todo el día, la noticia de la Pura resultaba falsa. En estas cavilaciones enfrascado estuvo algún tiempo. Miró al cielo; vió que era tarde ya para ir á la Braña y volver á la mañana: tampoco quiso llamar en casa del tío Goro.
Por fin dijo: Me río porque D. Félix tuvo hace algunos años un perro que se llamaba como tú... Por cierto que rabió y Regalado le mató de un tiro. Pues yo, sin rabiar, si te descuidas te voy á clavar los dientes manifestó Plutón echándole una mirada torva. No seas tan valiente respondió la niña sin perder un punto de su alegría. ¿Y por qué te llaman Plutón? Ese no es nombre de cristiano.
Se abrió el ventanillo, que además de la compuerta tenía una reja de hierro, y asomó las narices el tío José, un paisanuco viejo y narigudo. ¿Qué ocurre? preguntó con sorpresa. Ya sabrá usted respondió Nolo bajando cuanto pudo la voz que Demetria ha desaparecido... Sí, eso me han dicho antes de acostarme. Pues bien, dicen que la han visto hablando con Plutón.
Se le hicieron numerosas preguntas, pero no quiso satisfacerlas. Ya diría más adelante lo que le había pasado. Lleváronla á casa y se acostó y estuvo dos días enferma. Manifestó á su madre que se había caído casualmente por el respiradero abierto en el castañar y cuya existencia ignoraban todos. No dijo una palabra de Plutón. Creía haberle matado y esta idea la llenaba de terror.
Plutón ya no refunfuñaba al oír las recias pisadas de aquellos hombres. Hullin, muy pensativo, con la cabeza entre las manos y los codos apoyados en la mesa, escuchaba cuantas noticias le transmitían. Señor Juan Claudio, se nota gran movimiento hacia Grand-Fontaine; se oye galopar. Señor Juan Claudio, el aguardiente se ha helado. Señor Juan Claudio, varios me han pedido pólvora.
La plateada serpentina de los rios caudalosos, la inmensidad de los mares han cautivado siempre mi imaginacion y mis sentidos: partamos: quiero bañarme en las aguas de ese rio en que cayó roto y ensangrentado el manto de los califas, quiero surcar ese Océano sin fondo, bajo cuyas olas supusieron los poetas de la antigüedad el lóbrego reino de Pluton, las vastas profundidades del infierno. ¡Córdoba, Sevilla, Cádiz! ¡qué de recuerdos han agrupado alli los siglos! partamos: llevadme á estas ciudades llenas, como decís, de arte, de historia, de poesía.
Nolo, que ya se había alejado unos pasos, se volvió y dijo: ¡Al caer este árbol te aplastará como lo que eres, como un escarabajo!... Cuenta conmigo si le ha pasado algo á Demetria. ¡Y tú conmigo! le gritó Plutón. Cuando el mozo de la Braña llegó á casa del tío Goro había ya en derredor un tropel de gente. Se comentaba con calor la desaparición de Demetria.
Los ojos sangrientos de Plutón brillaron con gozo malicioso. Luego se acercaron un poco más á las jóvenes, Joyana hacia Flora, Plutón hacia Demetria. Y haciéndose una seña se arrojaron de improviso sobre ellas sujetándolas fuertemente y aplicando al mismo tiempo sonoros y lúbricos besos en sus mejillas.
Un hermoso perro de caza negro saltaba junto a él, y los faldones de su desmesurada levita se movían como si fuesen alas. Todo el mundo exclamó: Es el doctor Lorquin, el del llano, el que cura gratis a los pobres; viene con su perro Plutón; es una excelente persona. En efecto, era él, que llegaba trotando y dando voces: ¡Alto!... ¡Quietos!... ¡Alto!
Palabra del Dia
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