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Actualizado: 21 de julio de 2025


Kotelnikov tuvo palpitaciones, guardó cama durante dos días y muchas veces empezó a escribirle a su madre: «Querida mamá» escribía y su debilidad le impedía siempre terminar la carta. A los tres días, cuando llegó a la oficina, le dijeron que su excelencia el director quería verle. Se arregló con un cepillo el pelo y el bigote, y, lleno de terror, entró en el gabinete de su excelencia.

Sin embargo, mi llegada a Krakow fue magistral. Una yunta de caballos de pelo gris, nacidos en mis tierras, el landó nuevo, acolchonado con raso granate... La entrada de un príncipe no habría sido más triunfal; a pesar de todo, me habría batido en retirada... tan cobardemente me latía el corazón.

Porque haces olvidar, con tus engaños, que el amor sólo brinda desengaños, y fingiendo el amor, el amor creas; por hacemos creer, con tus pudores, en la sinceridad de tus amores, ¡por hacernos creer, bendita seas! Cuando estoy solo, sueño en la blancura de tu piel y en el negro de tu pelo, y enardecido de pasión, me encelo por la sensualidad de tu cintura. Entre las sombras del pesar me pierdo.

Ellos no tienen culpa alguna decía el viejo , pero yo no puedo quererlos. Además, ¡tan semejantes á su padre, tan blancos, con el pelo de zanahoria deshilachada, y los dos mayores llevando anteojos lo mismo que si fuesen escribanos!... No parecen gentes con esos vidrios: parecen tiburones.

Y se oyó el leve, pero característico ruido de las tijeras, que cortaron con trabajo los cabellos del centro de la cabeza de doña Clara. ¡Oh, Dios mío! Esto es demasiado largo; no puede sacarse un ramal tal de marañas; el pelo de maraña es más corto. ¿Pero qué maraña es esa, señora? Una verdadera maraña que sola puedes desenredar. ¡Yo! , , y de una manera muy dulce.

Tenía bastante correa, y además un ingenio vivo y sutil que recogía admirablemente el ridículo y sabía dar en rostro con él a sus contrarios. La mayor parte de las veces los que iban a «tomarle el pelo» salían muy bien trasquilados. Los años, la práctica, le habían adiestrado de tal modo en el pugilato de frases incisivas que realmente era temible. Tenía la intención de un miura.

Tienes razón, , ... Puede que te lo diga irónicamente, que estos señorones, muy curtidos en sociedad, emplean a menudo la ironía, y cuando parece que nos alaban, lo que hacen es tomarnos el pelo, como suele decirse... Por si el hombre va por derecho, y se ha prendado de ti con buen fin... que todo podría ser, Benina... se ven cosas muy raras... debes proceder con lealtad, y confesarle tus máculas, no vaya a creer Frasquito que la pureza de los ángeles del cielo es cualquier cosa comparada con tu pureza.

Lo mismo piensa la Patros, ¿sabe? la mayor de las sobrinas. ¿Esa que me has dicho tiene el pelo entrecano y bizca un poco? No; esa es la otra. Ya, ya... Patros es la que tartamudea, y padece de temblores. Esa.

Las dos señoras aquellas salieron a la escalera pidiendo socorro. Gracias que las oficialas sujetaron a la fiera en el momento en que clavaba sus garras en el pelo de la víctima, que si no, allí da cuenta de ella. Sujetada por tantas manos, Fortunata hizo esfuerzos por desasirse y seguir la gresca; pero al fin el número, que no el valor, venció su increíble pujanza.

«Además, el Magistral no era un místico; lo menos malo que se podía pensar de él era que se proponía ganar a las señoras de categoría para adquirir más y más influencia». Cuando don Álvaro se atrevió a decir esto, ya sus confidencias habían sido muy íntimas. De amor no se hablaba; Mesía, aunque con trabajo, respetaba a la Regenta hasta el punto de no tocarle al pelo de la ropa.

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