Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 13 de mayo de 2025


Cuando se abrió la puerta del aposento de doña Clara, Dorotea, al reflejo de una luz que tenía en la mano una mujer, vió que aquella mujer era doña Clara y que la acompañaba un hombre. Vió que aquel hombre era don Juan Téllez Girón. Vió que doña Clara estaba negligentemente vestida, pálida, y con la palidez más hermosa, y el semblante iluminado por una ardiente expresión de felicidad.

¡Bah! dijo doña Ana ; yo que he hecho muy bien, como que haré muy bien en decirte que por algún tiempo no vengas á verme hasta que yo te avise. Pronunció de tal manera, con tal frialdad, con tal descaro doña Ana estas palabras, que el rostro del sargento mayor se cubrió de una palidez colérica. ¿Qué viene á ser eso? dijo con acento amenazador.

Los salones, con pavimento de mármol multicolor y techos mitológicos pintados al fresco, tenían las paredes desnudas, marcándose en su polvorienta palidez la huella de los cuadros célebres que las adornaban en otra época, hasta que fueron vendidos á los anticuarios de Florencia.

¡Oh, qué hermosa eres, Margarita! dijo el rey, en cuyas mejillas apareció la palidez del deseo. Y la atrajo á . Margarita de Austria, se sentó en un movimiento lleno de coquetería en las rodillas del rey, y se dejó besar en la boca. Depón al duque de Lerma dijo la reina entre aquel beso. El rey se retiró bruscamente como si le hubiesen quemado los labios de Margarita.

No había más que verle, descolorido, con una palidez amarillenta, tirante la piel de la cara como si fuese a marcar con fidelidad enfermiza los relieves del hueso; sin más animación que aquel fuego que brillaba en sus ojos como una chispa de loca alegría. ¡Oh familia desgraciada! ¡todos iguales!... La madre hacía esfuerzos para ocultar la verdad a Remedios. ¡Pobre muchacha!

Para , Blanca era una verdadera resurrección del pasado; la misma aparente frialdad de la madre, la misma palidez casi mate; los grandes y sombreados ojos de Fernanda, y un busto, que dejaba ver un escote en el que los nervios preponderaban sobre la carne.

Pero ¡ay! ¡es demasiado tarde... demasiado tarde! ¿Demasiado tarde? exclamé. ¿Por qué? Quedó callada. Su semblante cubriose de una repentina palidez mortal y hasta sus labios se pusieron blancos: luego la vi temblar de pies a cabeza. Repetí mi pregunta gravemente, con mis ojos fijos en ella.

Pilar era alta, rubia y de ojos negros; no era hermosa, como una heroína de novela antigua, pero muy agraciada y simpática; no tenía los dedos hechos a torno, porque la aguja y el trabajo los habían deformado, ni el busto escultural, porque no me atrevería a decir si la corrección de sus líneas era debida al corsé o era natural patrimonio de su dueña; mas, la verdad sea dicha: Pilar pasaba por buena moza y aun llegaba a parecer bonita, y lo hubiera parecido mucho más sin aquella palidez de su cara, que no se sabía si atribuirla a la fatiga o a la anemia.

Al ruido de los pasos del cocinero mayor, levantó la cabeza. Al ver el aspecto de Montiño, su palidez singular, su temblor, y sobre todo, la extraña é insensata mirada de sus ojos, se estremeció instintivamente, porque al ver el aspecto del cocinero, había creído ver el presagio de una desgracia. ¿Qué sucede? dijo cerrando el libro y levantándose.

Retirada la botella, los ojos del niño se cerraron, se aflojaron sus brazos, y no ya descolorido, sino con la palidez de la muerte en el rostro, hubiera caído redondo sobre la mesa, a no sostenerlo Primitivo.

Palabra del Dia

cambios

Otros Mirando