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Actualizado: 13 de mayo de 2025


¿Y no habéis oído hablar á nadie? No, señora. Y entonces el joven alzó los ojos, miró á la dama y se puso pálido. Lo que había causado la palidez del joven, era la hermosura de la dama y la expresión de sus grandes ojos, fijos en él, de una manera particular. La casualidad que os ha traído aquí dijo la dama , os pudiera costar cara.

¿Estás segura de que es á ver á tu profesor de canto á donde vas? Mi acento, mi actitud y mi palidez la turbaron repentinamente. Retrocedió un paso y balbuceó: ¿Pero qué me preguntas? ¿Por qué había de engañarte?

Feli habló luego con tristeza de las dudas que le habían atormentado. Isidro estaba demasiado alto para que descendiese hasta ella, pobre muchacha hija de un dañador que vivía entre la gente miserable de la busca. Cada vez que llegaba con palidez de hambriento, buscando los almuerzos y las meriendas del Mosco, experimentaba ella una alegría.

El silencio le llenaba los oídos con un gran eco vago. De pronto, pasmada, vio brillar en el aire un crucifijo; encima, una blancura fue tomando forma de dos manos juntas; asomó la palidez de una frente, ¡la cara de la abuela mística! Era su estatura extrañamente alta y traía un largo vestido diáfano. De sus manos juntas colgaba oscilando el crucifijo.

Tenía una palidez cenicienta y sus ojos eran más grandes que nunca, rodeados de aureolas azuladas y dolorosas. Rompió á llorar al enterarse de que su marido aparecía todas las noches en un cinema, después de haber muerto hacía un año. ¿Cómo puede ser eso?... Su asombro era tan grande, que cortaba su llanto.

Luégo miró con espanto que agitada, convulsiva, por la boca sangre viva, por los ojos triste llanto, lanzaba Ayela, y que en tanto la muerte apagaba impura de sus ojos la hermosura, y con mate palidez manchaba la limpidez de su nítida blancura.

Y después de un momento de silencio, Grano de Sal añadió con un aire muy satisfecho: Prefiero eso que no haber caído de cabeza. Luego, consolado por esta reflexión filosófica, fue fielmente a cuidar del desayuno del maestro Zeli. ¡Hola! ¿de dónde viene usted, bello señor, con la cabeza desnuda... el cinturón colgando?... ¡Qué palidez!... amigo... ¡qué palidez! Words-Vok.

La señora de Aymaret se interrumpió; Beatriz, cubierto el rostro de palidez mortal, la miraba con aterradora fijeza... débil contorsión plegó sus labios, apoyó la espalda contra los arrayanes, pero sus rodillas se doblaron y cayó desplomada.

El vestido de Blanca era una antítesis con su serena palidez: una pollera corta de tul de seda color fuego, estrecha, determinaba como un calco las líneas misteriosas del cuerpo, dejando ver bajo el ruedo un zapato de raso del mismo color, sumamente escotado, en el que aparecía el más bello y atractivo pie de mujer.

En su más lejano extremo, un grupo de servidores del Duque, dos o tres de los cuales llevaban las luces de que he hablado y los otros tres o cuatro estaban armados con largas picas dirigidas hacia adelante, en actitud defensiva. Formaban apretado grupo y la palidez de sus rostros denotaba la agitación de que estaban poseídos.

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