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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Pues allá voy dijo León. Y salió de la estancia. A los pocos instantes volvió a entrar con Alvaro Luna y su querida la Conchilla. Les hicieron una ovación. Rafael se adelantó con la copa en la mano y cantó: Murió Alvarito, Dios le tenga en gloria; Bebamas una copa a su memoria. Hizo gracia la ocurrencia porque Alvaro se había batido por la tarde. Pepe Castro le abrazó.

La muchedumbre rugía de entusiasmo; los aplausos sonaban como una granizada interminable. «La loca de la casa» había resucitado, haciendo otra vez de las suyas. Y el comandante, librándose del abrazo, acabó por inclinar su cabeza, rojo de vergüenza al pensar que aceptaba una mentira, pero agradeciendo al público aquella ovación, la primera de toda su existencia. Transcurrieron dos años.

Por dondequiera que pasaba, recibía una ovación. Preguntaban todos quién era, y oía una algarabía infinita de requiebros, flores, atrevimientos y galanterías, desde la más fina a la más grosera.

Interrumpida a poco la conversación para cantar Serafina de nuevo, ahora un terceto con Mochi y Minghetti, después de la ovación que siguió al canto, volvió la sabrosa plática, más animada cada vez, aunque en ella se mezclaron ya algunos señoritos del pueblo de los más audaces y despreocupados.

Esta ovación de la Naturaleza, que en los primeros días hizo enrojecer de orgullo á nuestra primera madre, fué acogida finalmente con indiferencia por ella. Era el aplauso de una muchedumbre inferior, y Eva aspiraba á la aprobación de sus iguales.

Por la noche se cantaba el D. Juan, cosido a tijeretazos, y todavía a las doce, después de recibir una ovación, le duraba el agradecimiento y el entusiasmo al tenor, que se encerró en su cuarto con su carísimo Reyes, y en mangas de camisa y con un calzón de punto, de seda color lila, muy ceñido, y en calcetines, apretaba contra su corazón a su salvador, y le llenaba la cara y el pelo de polvos de arroz, sin que ni uno ni otro se fijaran en estos pormenores.

Gallardo, entre empellones de la ovación popular, teniendo que defenderse con los codos de las ávidas manos, llegó al estribo del carruaje, siendo ayudado en su ascensión por un entusiasmo que le acariciaba el dorso con violentos contactos. Buenas tardes, cabayeros dijo brevemente a los de su cuadrilla.

Habían reñido Julio y Gaetano por cuestión de ochavos, sobre si el valenciano había cobrado o no, y negaba un recibo; Minghetti escapó de noche, a pie; Julio se quejó a la autoridad porque el barítono se le iba con la paga adelantada y le dejaba la Compañía en el aire; la benemérita se encargó de recomponer el cuarteto; y, en efecto, Minghetti, resignado, sonriente, como si se hubiera tratado de una broma, se presentó de nuevo al público, cantando el Barbero con gran malicia; lo cual le valió una ovación tributada a su graciosa picardía, a su desenfado simpático y alegre.

Envuelto en un pendon ensangrentado En el pendon azul de la Nacion, Conducirán el cuerpo de un soldado Tendido en la cureña de un cañon, Y al pié de la pirámide de Mayo El cadáver del mártir colocando, De laureles su frente coronando Le votarán espléndida ovacion!

Los transeuntes se arremolinaban impidiendo el paso de los carruajes. El grupo de mujeres de la jardinera alcanzó una ruidosa ovación. ¡Viva la sal de la tierra! ¡Vivan las mujeres castizas! ¡Vivan los novios! ¡Vivan los padrinos! El señor Rafael, entusiasmado, arrojaba puñados de almendras y monedas de cinco céntimos á los chicos.

Palabra del Dia

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