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Alvaro Luna, la Conchilla, Nati, Pepe Castro y Ramón les prometieron seguirlos inmediatamente y acompañar a la hermosa agresora en su odisea. Pero ya a la puerta de Fornos hubo deserciones. Alvaro declaró que le dolía un poco el brazo y que iba a curárselo. Conchilla, como es natural, le acompañó. La Nati, con Castro y Ramón, siguieron a pie hasta el Gobierno.

Por la noche decía en el café, chupando con delicia un cigarro habano: No hay nada en el mundo como una chula de Lavapiés. Estoy hechizado con mi Conchilla. Ni la mitad del presupuesto voy a invertir. El que tenga la suerte de embarcarse en una de estas fragatas, puede viajar hasta el fin del universo con tres pesetas. Con razón lo pudo decir, pues a los pocos días había logrado rendirla.

La Conchilla me pertenece por testamento nuncupativo. Gracias, Alvaro. Haré que vista luto y respetaremos tu memoria hasta donde se pueda. ¿Tienes algo que encargarme? , que la sacudas el polvo cada ocho o diez días. Si no suelta algunas lágrimas todas las semanas se pone enferma. Corriente. Así se hará. ¡Ah! y que sea con el bastón. Se ha acostumbrado a ello y no lo tolera con la mano.

Los artículos de piedra de cal, conchilla, piedra sillar, sal ú otras especies de comercio que puedan hacer exclusivamente la felicidad comun, no deben entenderse inclusos en la propiedad del terreno.

Pues allá voy dijo León. Y salió de la estancia. A los pocos instantes volvió a entrar con Alvaro Luna y su querida la Conchilla. Les hicieron una ovación. Rafael se adelantó con la copa en la mano y cantó: Murió Alvarito, Dios le tenga en gloria; Bebamas una copa a su memoria. Hizo gracia la ocurrencia porque Alvaro se había batido por la tarde. Pepe Castro le abrazó.

Por eso no ha rajado la piel, y en vez de herida resultó contusión. Conchilla, que miraba el brazo de su amante con tristeza y sobresalto, se precipitó al fin sobre él y le besó la cicatriz con transporte, sin importarle las risas y las cuchufletas que esto produjo. Amparo y Socorro se habían quedado sentadas al lado de la mesa, una frente a otra.

Vamos, a este chavó ya se le ha subido San Telmo a la gavia dijo la Amparo. Pepe y Alvaro sonrieron y continuaron comentando el lance. Los demás, menos Conchilla, les fueron dejando; se pusieron a charlar con animación, trincando a la vez de lo lindo. Rafael estaba empeñado en que Ramoncito les contara sus amores. ¿Se había declarado ya a la hija de Calderón? ¿Le había dado esperanzas?

Dentro de una hora ese hombre habrá dejado de existir. Oyes, Alvaro, debías de legarme la Conchilla. No hay inconveniente repuso aquél arreglando sus cartas. Ya lo oyen ustedes, señores; la Conchilla es mía por testamento.... ¿Cómo se llama este testamento, León? Testamento nuncupativo dijo éste, que sabía algo de leyes por andar en pleito hacía tiempo con unos primos.