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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Una ovación saludó esta hazaña, quedando el banderillero firme en su sitio, arreglándose los tirantes del pantalón y los puños de la camisa. Su mujer, con la vehemencia del entusiasmo, se echó atrás, riendo al mismo tiempo que aplaudía, y otra vez la falda, a impulsos de ocultas exuberancias, volvió a dejar al descubierto los encantos inferiores.
Cinco dias despues de tan relevante hecho de armas, con el cual podia darse ya por asegurada la libertad de la República colombiana, el celebérrimo caudillo caraqueño entró en su pueblo natal, donde una vez mas fué acogido con extraordinaria y completa ovacion.
Renuncio á describir las mil manifestaciones frenéticas que constituyen la ovación del triunfador salvaje; como renuncio á pintar el sereno orgullo de aquel bello demonio, de aquel majo que reune en su persona, para las mujeres de cierta condición, el ideal del valor y la galantería. ¡Ay del Espada si la suerte le es adversa!
Don Germán les dice al oído algunas palabras y les ordena que cada uno por su lado se dirijan a la puerta sin llamar la atención de los convidados. Así lo hacen, pero cuando ya han subido al carruaje, alguien les hace traición; los invitados se enteran, se lanzan a los balcones y les hacen una delirante ovación.
En el muelle se agolpaban los del oficio: su vista, acostumbrada a las inmensidades del mar, había reconocido lo que remolcaba la barca. Pero Antonio sólo miraba, al extremo de la escollera, a una mujer alta, escueta y negruzca, erguida sobre un peñasco, y cuyas faldas arremolinaba el viento. Llegaron al muelle. ¡Qué ovación! Todos querían ver de cerca el enorme animal.
El público le adoraba; y al avanzar, sonriendo con petulancia, como si toda la ovación fuese dirigida a su persona, pasaba revista a los tendidos del graderío, sabiendo dónde se agolpaban los mayores núcleos de sus partidarios y queriendo ignorar dónde se congregaban los amigos de los otros.
Somoza, Paco y Joaquín Orgaz ayudaron a Obdulia a salir del cajón maldito. El Magistral tuvo una verdadera ovación. Paco le admiró en silencio: la fuerza muscular le inspiraba un terror algo religioso; él había malgastado la suya en las lides de amor. Tenía bastante carne, pero blanda.
El Chiquito sonreía bajo la ovación tumultuosa de sus protectores, viendo al mismo tiempo una señal de su triunfo en el gesto taciturno y miedoso de su contrincante y en la ansiedad silenciosa de todos los del país, que apostaban por el guipuzcoano.
¡Qué ovación!... ¡Gracias, amado pueblo! Pero al volver a encogerse en uno de los mástiles horizontales de carga que servía de asiento a él y a Fernando, ocultándose con modestia detrás de su amigo, redoblaron furiosas las peticiones del público. Dos gendarmes iniciaron un avance hacia él.
En la calle había también apiñado gentío, entre el cual vi a uno de esos individuos que se aparecen como llovidos en toda escena de agitación popular, dispuestos a echar el peso, no de su autoridad, sino de sus garrotes, en la balanza de las contiendas políticas. ¡Desgraciado Teneyro, desgraciado Ostolaza! ¡Qué ovación les esperaba!
Palabra del Dia
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