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Actualizado: 29 de junio de 2025
Era todo él brillante como el oro, y suave como la seda, y tenía los ojitos verdes y relucientes como dos esmeraldas cabochon. Tomóle de la mano Ratón Pérez, sin usar ya tantas ceremonias, y entróse con él, disparado como una bala, por un agujero que debajo de la cama y oculto por la alfombra había.
Pero sin cansarte, ¿eh? Cuando te canses, lo dejas; no quiero que se me pongan enfermos estos ojitos tan monos. Y besaba los ojos de Maltrana delicadamente, como si temiera lastimarlos con sus labios. Podías hacer también cosas para los teatros; mi tío dice que eso da mucho dinero... Pero no: ¡qué bruto soy!
Había ciertas señales: la ojera, que ella tenía muy pronunciada, los ojitos un poco entornados, los labios secos... y otras, y otras. El jefe de inválidos volvió a deslizarse. D.ª Eloisa estaba en brasas, y otra vez le llamó al orden con voz angustiosa. Sucedía esto muy a menudo. D. Martín gozaba lo indecible colóreando las mejillas de las damas con sus frases atrevidas.
Está bien; yo se la entregaré cuando venga. Y con la carta en la mano entróse en el boudoir, arrugando el entrecejo, la boca fruncida y torvos los claros ojitos... A la luz de la gran lámpara sostenida por el negro de ébano tomó a registrar la carta por todos lados; era el sobre de rico papel muy recio, no tenía timbre, sello ni inicial alguna, y venía ligeramente pegado con la misma goma de los bordes.
¡Qué mala idea! ¡Cómo se ve que no conoces a los hombres! Y tú, ¿los conoces acaso?... Por lo menos sé que deben ser tratados enérgicamente para que se les venza y domine... ¡Con ojitos tiernos, con palabras dulces, poco ha de hacerse!... Laura miró sorprendida a su hermana, diciéndole irónicamente: Habrá que tratarlos a rebencazos... Encogiose de hombros Coca y rectificó: ¡Tonta!
Los ojitos de Buby rebosaron entonces admiración profunda, y con la voz empañada por las lágrimas y trémulo el pechito por el temblor de un sollozo, preguntó: ¿Y por qué soy yo Rey, y tengo de todo, y ellos son pobres y no tienen de nada?
Así terminó nuestro amor dijo Isidro después de larga pausa, levantando la frente de entre las manos . Así terminó, porque éramos pobres... Me quedó un hijo, y la primera vez que lo tuve entre mis brazos, en una casucha de las afueras de Madrid, creí nacer de nuevo, pero más fuerte, con una voluntad que nunca había sospechado... El pobre rollo de manteca, con sus ojitos como dos punzadas, me hizo sentir la impresión de una fuerza misteriosa que me insensibilizaba interiormente.
Es preciso que usemos de todas nuestras armas decía riéndose Coca, para vencerlo y que quede en casa, contigo, y si tú no quieres o no puedes, aunque sea conmigo... Dime, Laura, ¿y qué harás tú para conquistar a ese don Mariano? ¿Yo? contestaba distraída y complacientemente la hermana mayor. Lo que tú quieras. Le pondré ojitos tiernos... le diré palabras dulces...
Levantó sus ojitos hasta los míos, en una tiernísima mirada de despedida, precursora del sueño, y recostando su cabeza sobre mi pecho, se quedó dormido. Su pequeño corazón latía sobre el mío, fundidos ambos en ritmo de amor inefable. Es ilusión de todos los padres querer que sus hijos se parezcan a ellos.
Conchita estaba libre de la virtuosa presencia de doña Zobeida, que andaba por abajo en arreglos de equipaje. Los ojitos negros tenían una expresión maliciosa y prometedora. A él no le parecía mal la madrileña... ¡Pero en víspera de la llegada a Buenos Aires! ¡Cargar con un nuevo compromiso un hombre como él, que iba a la ventura!...
Palabra del Dia
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