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En suma, para qué cansarte: las angustias y los apuros de las señoras de Pinto fueron inefables e innumerables durante cerca de dos meses que permanecieron sus parientes en la capital de Francia. Por dicha se marearon estos de oír tanto ruido como hay en estas calles de París, de estropear la lengua de Voltaire y de que nadie les hiciera caso sino los que les sacaban el dinero.

»El amor del descreído es inmenso. El descreído consagra a un objeto despreciable toda la fuerza de amor con que procura el creyente elevarse a su ideal divino. »En fin, ¿para qué cansarte? He vagado como una fiera mansa que lleva clavado en el pecho un dardo envenenado. De noche he vagado; de día he estado oculto. Tengo vergüenza de que la gente me vea.

SANCHO. ¡Ay, que me muero de amor Y estoy rabiando de celos! Salen DON TELLO y ELVIRA. ELVIRA. ¿De qué sirve atormentarme, Tello, con tanto rigor? ¿ no ves que tengo honor, Y que es cansarte y cansarme? D. TELL. Basta, que das en matarme Con ser tan áspera y dura. ELVIRA. Volverme, Tello, procura A mi esposo. D. TELL. No es tu esposo; Ni un villano, aunque dichoso, Digno de tanta hermosura.

Y para no cansarte, no digo aquí nada más de mi nobleza. Sólo me atreveré a indicar que todavía hay en España familias de las más altas clases, que se convirtieron a la religión cristiana en el siglo XV, y con las cuales me sería harto fácil probar mi parentesco.

Confidencias Mucho de lo que voy a escribir ha de parecerte singular y raro, pero apenas hay en ello otra rareza que la sinceridad con que yo lo digo. Como poseedora de un maravilloso instrumento óptico, escudriñaré cuanto se oculta en los más hondos senos de mi alma y te lo contaré todo. Lo contaré en resumen para no cansarte ni cansarme.

Porque , muerta yo, te quedarás sola..., enteramente sola; y esto, aun con mucho dinero y grandes rentas, es muy triste... En una palabra, hija mía, y para cansarte menos, ese hombre que se necesita aquí, inteligente y rico, no ha de ser un administrador, ni un asociado como otro cualquiera, sino tu marido. ¿Me entiendes ahora?

Hice algunas diligencias Por no volver a cansarte, Pero ninguna fué parte A mover sus resistencias. Hablóle el cura, que allí Tiene mucha autoridad, Y un santo y bendito abad Que tuvo piedad de , Y en San Pelayo de Samos Reside; pero mover Su pecho no pudo ser, Ni todos juntos bastamos.

Manda, ordena, dispón, decide lo que quieras; paso por todo, ¡pero mía, mía para siempre! ¿Y qué sabes lo que es siempre? ¿Cuánto tardarías en cansarte otra vez de ? Y, sobre todo, no reparas en lo que hablas... y me estás ofendiendo. Óyelo bien; jamás engañaré a Martínez, lo juro. Lo hecho, hecho está. Y al decir esto, sonrió ligeramente, como burlándose de sus propias palabras.

Pero sin cansarte, ¿eh? Cuando te canses, lo dejas; no quiero que se me pongan enfermos estos ojitos tan monos. Y besaba los ojos de Maltrana delicadamente, como si temiera lastimarlos con sus labios. Podías hacer también cosas para los teatros; mi tío dice que eso da mucho dinero... Pero no: ¡qué bruto soy!

Para no cansarte, lector: hoy se cree rebajada en la opinión pública la familia acomodada de Santander que no tiene una casita de campo para pasar el verano en ella, ó siquiera una huertecilla en las inmediaciones, que , por lo menos, espárragos y flores en la primavera, y fruta en agosto, para poder decir al vecino: «¿Usted gusta?: son de mi huertaEl desdichado que ni esto tenga, alquila su choza al primer labrador de la comarca, y en ella tiene que resignarse á pasar el verano, si quiere ser considerado durante el invierno como hombre de pro.