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Actualizado: 29 de junio de 2025
Es gloria pura verla a cabayo, con su calañé, su corbata y su faja. Los hombres debían ir a puñalás por sus ojitos de sielo. El bandido dejábase arrastrar por su entusiasmo meridional con la mayor naturalidad, buscando nuevas expresiones de elogio para la señora.
Entonces, ella me hace ojitos... me mira dulcemente con sus ojos inocentes, con sus queridos ojos de color azul pálido, y murmura con voz lánguida: Usted es el hombre mejor y más noble del mundo; yo podría amarlo, adorarlo, pero... Pero, ¿qué? ¡Ah! ¡qué feo, qué bajo es todo esto!... Dígame que no quiere saber nada conmigo, que me desprecia. No merezco otra cosa.
Barquillos cuscurrosos, confituras rusas, mantelería adamascada, cucharas y cuchillos de mango de cuerno... y, por arriba de todo eso, un fino vapor azulado que se escapa del aparato del café y que da al conjunto cierto tono más íntimo. Nos sentamos y bebimos. El viejo se holgaba extraordinariamente; la baronesa se sonreía con expresión resignada, y Yolanda me hacía ojitos.
Segunda acercaba una vela para que la dama pudiera ver bien las facciones del niño, quien no parecía entusiasmado, ni mucho menos, con inspección tan impertinente ni con la viveza de la luz, tan próxima a sus ojitos. «¡Qué mal genio tiene!» dijo la santa sentándose junto al lecho, mientras Fortunata agasajaba a su hijo, y metiéndole el pecho en la boca, trataba de aplacarle.
No añadas más decía . Desde aquí veo con los ojitos cerrados el rumbo que hay que seguir y la sepultura de la difunta, como si no hubiese visto otra cosa en mi vida.... Pero hablemos de cosas más interesantes, «cuyano».... ¿Cuánto piensas enviar á esa pobre señora? El gaucho, teniendo en cuenta lo que iba á costarle el mensajero, insistía en repetir un envío de treinta pesos.
Dios nos libre. ¿Al teatro? Abominación. ¡A la novena, al sermón! y de Pascuas a Ramos un paseíto con la mamá por el Espolón o el Paseo de Verano; los ojitos en el suelo; no se habla con nadie; y en seguida a casa. Después viene la gran prueba: el viaje a Madrid.
¡Cómo! ¿qué es lo que no impide?... ¡Usted es mi amigo, usted es el amigo de mi familia! ¡Vea a las señoras, están locas por usted!... ¡Eh! no tengas reparo, Yolanda... hazle ojitos, hija mía... ¿crees que no te estoy viendo, mocosa? Ella no se sonrojó, no se turbó siquiera. Lo único que hizo fue levantar un poco sus manos juntas en dirección a mí.
Por supuesto, que no se enteraría Carmen de que yo te enviaba dijo Currita muy pensativa; y Leopoldina, con el hociquito fruncido y los ojitos entornados, como quien se ofende de la pregunta, contestó: ¡Mujer!... ¿En qué cabeza cabe?... ¿Acaso soy yo boba?...
Señores ¿ha acariciado alguno de ustedes alguna vez un tejón?... quiero decir un tejón joven, medio domesticado. ¿Han notado ustedes los ojitos, medio burlones, medio dulces, con que mira mientras resuella suavemente? Enteramente igual fue la cara que puso el viejo; luego, me dijo: El no querrá. Pero, ¿y si consintiera?
¡Tejer tu!... ¡No es posible!... Eres muy chica. ¡Y te gastarías esos lindos ojitos míos y esas queridas manitas!... Yo he de tejerte cuánto me pidas: una carpeta para tu mesita, un pañolón para tu muñeca... Di, ¿qué más quieres? ¡Por favor, mamá! rogaba la niña, sollozando casi. ¡Enséñame a tejer a mí, tú que eres tan buena! ¡Ten lástima de mí! ¿Y qué quieres tejer?
Palabra del Dia
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