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Y mientras Nébel se alejaba, tardo, por el muelle, volviéndose a cada momento, ella, de pecho sobre la borda, la cabeza un poco baja, lo seguía con los ojos, mientras en la planchada los marineros levantaban los suyos risueños a aquel idilio y al vestido, corto aún, de la tiernísima novia. #Verano#

Estos y otros como estos, amiga doña Flora, echarán a los franceses, si es que les echan, que no los monigotes de la Cruzada, con su D. Pedro del Congosto a la cabeza, el más loco entre todos los locos de esta tierra, con perdón sea dicho de la que es su tiernísima Filis.

Luego recitó una epístola dirigida a M. de Bienassis, en la cual se encierran trozos de poesía tiernísima; se le interrumpía frecuentemente con murmullos de aprobación; Mariana y yo estábamos verdaderamente emocionadas; luego se nos colmó de felicitaciones y, ¿por qué no decirlo?, de dicha y orgullo; lo cual me parece algo perdonable.

La otra procesión hacen el día del Corpus, á la cual convidan las naciones confinantes de los gentiles; componen, pues, las calles lo más ricamente que á su pobreza es posible, y en lugar de tapices recamados de oro ó de colgaduras de damasco, adornan con ingenioso artificio las fachadas de las casas de ramos de palma, hermosamente enlazados unos con otros; á las cabeceras de las calles levantan arcos triunfales que visten de cuanto hermoso y florido hay en sus huertas y bosques; lo mejor de los aderezos y bordaduras labradas hermosa y delicadísimamente de plumas, lo pone cada uno delante de su casa; y á fin de que todas las criaturas, aun irracionales, rindan homenaje y tributo de reverencia al común Señor de todas, salen días antes á caza de pájaros y de fieras, aunque sean tigres y leones, y bien atados los ponen en el camino por donde ha de pasar el Santísimo Sacramento, y juntamente arrojan por el suelo el maíz y las demás semillas de que han de hacer sus sementeras para que sea bendito de Dios y las haga multiplicar á la medida de su necesidad; pero lo mejor de esta devotísima fiesta es la tiernísima devoción y fervor con que acompañan aquel trabajo á gloria de su Criador.

Ella, con tiernísima solicitud, exclamó muy alarmada: ¡Jesús, Fernandito, me dan miedo esas cosas!... ¿Están sueltos?... ¿Muerden?... ¡Ca, no!... Si son unos negros cualquiera... ¡Más feos!... Y se abrochaba con disimulo el gabán, para ocultar a Currita que llegaba su consideración a los antropófagos hasta el punto de visitarlos a las diez de la mañana, de frac y corbata blanca.

Y díganme ustedes, señores franceses: ¿cómo ese cuadro inestimable, esa preciosísima pintura, esa tiernísima creacion cristiana, esa bellísima apoteosis del espíritu del Evangelio: cómo ese mendigo no ocupa un lugar en la sala de preferencia? ¿Creen ustedes que de cien cuadros que se custodien en aquella sala, hay noventa y nueve que valgan más que ese muchacho que está pintado ahí? ¿Creen ustedes que hay un solo cuadro en la sala de preferencia, uno solo, que pertenezca á un arte más extenso y más elevado, á una escuela más bella, más fecunda, más sábia y más grande? ¿Por qué ese huérfano casi divino está oculto aquí? ¿Es pequeño el tamaño de la pintura? ¿Costó poco quizá?

Levantó sus ojitos hasta los míos, en una tiernísima mirada de despedida, precursora del sueño, y recostando su cabeza sobre mi pecho, se quedó dormido. Su pequeño corazón latía sobre el mío, fundidos ambos en ritmo de amor inefable. Es ilusión de todos los padres querer que sus hijos se parezcan a ellos.

Los hombres de Estado, los literatos y los filósofos de su tiempo vivían en la sociedad de Madame de Roys, distinguiéndose entre todos ellos al más inmortal, a Juan Jacobo Rousseau. Aunque mi madre era muy religiosa, conservaba cierta tiernísima veneración por este grande hombre; sin duda porque veía que a más de su gran genio, atesoraba un generoso corazón.

Ve que en la ardiente zona do moraron las sombras, el hispano esplendente corona, con pía y sabia mano, ofrece al hijo de este suelo indiano. , que buscando subes, en alas de tu rica fantasía, del Olimpo en las nubes tiernísima Poesía, más sabrosa que néctar y ambrosía.

De aquí que se dijesen toda clase de requiebros y finezas, que literalmente podrían tomarse por efecto de amistad tiernísima, pero que ocultaban el fervoroso espíritu de verdadero amor. Don Fadrique, á más de sus años, creía tener otro inconveniente, que en su delicadeza no le permitía aspirar á ser amado de Lucía.