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Era la misma de la tarde del desafío, cuando encontró á la inglesa con los dos ciegos; una voz hermosamente grave, en la que parecían gotear lágrimas. Toledo sólo apareció algunos instantes después, saliendo del pabellón del jardinero, para encontrarse con el príncipe, que regresaba pensativo hacia su «villa». Lubimoff habló para darle una orden con tono duro.

Su imaginación agrandaba a veces el conflicto haciéndolo tan hermosamente terrible como una escena de Shakespeare; otras lo reducía a proporciones menudas. «¿Y qué, señora tía, y qué? decía alzando los hombros dentro de la cama, como si estuviera en pie . He conocido una mujer, me gusta y me quiero casar con ella.

Despachó, pues, delante el P. Yegros algunos indios cristianos que avisasen al cacique principal de los Zamucos de su venida, y que le llevasen en su nombre un bastón, hermosamente guarnecido, y una camiseta colorada, que son las galas que ellos estiman.

Todo en América ha de ser más alto y más grande que en Europa. ¿No está, por consiguiente, en contradicción con este empeño de superioridad; con el Excelsior, tan hermosamente cantado por un poeta yankee y tomado como lema y santo y seña de su nación, el querer intimidar con amenazas y fieros á una nación que se cree débil, para fomentar la rebelión de gente á quien no es posible que se estime y para atropellar legítimos derechos?

Cuándo levanta un poco su gorrilla para limpiar los cristales del vagón empañados por la humedad, se ven a plena luz sus ojos, hermosamente azules y de mirar dulcísimo, que corrigen por la expresión un poco dura y fría de todo el rostro. En la solapa de la negra americana se destaca con fuerza una roseta roja.

Contome varias anécdotas de los allemani, que exhalaban todas un fuerte aroma del desierto, y sobre todo guardaban cabal armonía con la siniestra casa: habló de cómo Ingomar había muerto algunos osos terribles, cuyas pieles cubrían su cama; de cómo cazaba gamos, de cuya piel hermosamente adornada y bordada por su esposa, se vestía; de cómo había muerto a varios indios y de cómo él mismo estuvo una vez a punto de seguir la misma suerte.

Paróse un poco temiendo no fuesen demonios; pero observando las facciones de sus rostros, la belleza de los vestidos y de las cruces que traían en las manos, y la afabilidad de sus palabras, creyó que era cosa del cielo; por lo cual, perdido el miedo, se fué tras ellos por una cuesta empinada, por la cual se montaba á unas altas cumbres; la senda era estrecha, difícil y sembrada toda de abrojos y espinas tejidas entre á manera de cruces; por lo cual era menester caminar con tiento paso á paso para no maltratarse; y hubiera desfallecido por la pena y dolor que sentía en pisar las espinas si sus guías no le hubiesen alentado y confortado con la amabilidad de su vista y con la luz que echaban de ; llegó entre tanto á donde por la mano izquierda había un camino real, ancho y llano y bellísimo á la vista por su verdor, hermosamente esmaltado de todo género de flores.

Una gran piedra ha hecho determinar una curva á la corriente, lanzando á ésta contra otra orilla, formando una brusca sinuosidad, y así gradualmente se ha cavado un cauce según su capacidad: más arriba, ramas encadenadas; hierbas y piedras, han servido de punto de apoyo para formar uno ó varios islotes rodeados de cauces tortuosos llenos de arena hermosamente blanca.

La otra procesión hacen el día del Corpus, á la cual convidan las naciones confinantes de los gentiles; componen, pues, las calles lo más ricamente que á su pobreza es posible, y en lugar de tapices recamados de oro ó de colgaduras de damasco, adornan con ingenioso artificio las fachadas de las casas de ramos de palma, hermosamente enlazados unos con otros; á las cabeceras de las calles levantan arcos triunfales que visten de cuanto hermoso y florido hay en sus huertas y bosques; lo mejor de los aderezos y bordaduras labradas hermosa y delicadísimamente de plumas, lo pone cada uno delante de su casa; y á fin de que todas las criaturas, aun irracionales, rindan homenaje y tributo de reverencia al común Señor de todas, salen días antes á caza de pájaros y de fieras, aunque sean tigres y leones, y bien atados los ponen en el camino por donde ha de pasar el Santísimo Sacramento, y juntamente arrojan por el suelo el maíz y las demás semillas de que han de hacer sus sementeras para que sea bendito de Dios y las haga multiplicar á la medida de su necesidad; pero lo mejor de esta devotísima fiesta es la tiernísima devoción y fervor con que acompañan aquel trabajo á gloria de su Criador.

Aquel libro está impreso con permiso del Arzobispo, ¡abá! Julî, impaciente y deseando cortar la conversacion, suplicó á la devota que fuese si gustaba, pero el señor Juez observó eructando que las súplicas de una cara joven mueven más que las de una vieja, que el cielo derramaba su rocío sobre las flores frescas en más abundancia que sobre las secas. La metáfora resultaba hermosamente malvada.