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Actualizado: 3 de julio de 2025


Rita dijo la marquesa . ¡Qué susto me has dado! ¿Cómo has llegado hasta aquí sin que nadie te haya sentido? ¿Queríais respondió que entrase con tambor y trompeta como un regimiento? Pero al menos repuso la marquesa , bien hubieras podido saludar a las gentes. Se distraen los jugadores dijo Rita ; y si no, ved vuestros naipes. Oros van jugados y ya ibais a hacer un renuncio por echarme una peluca.

Allá en la Montaña, en cuanto Fermín había aprendido a leer y escribir, le había obligado a enseñarle a ella su ciencia. Leía y escribía. En la taberna, entre tantas blasfemias, entre los aullidos de borrachos y jugadores, ella devoraba libros, que pedía al cura.

Los aventureros y jugadores son supersticiosos: Arturo declaró un día que la criatura llevaba la suerte a Campo Rodrigo, y a la verdad el campamento no había sido desgraciado en los últimos tiempos. Así, pues, éste fue el nombre convenido, con el prefijo de Tomasín, para hacerlo un poco más cristiano. No se hizo alusión alguna a la madre, y el padre poco importaba.

Todos los textos estaban acordes. Por la mañana y por la tarde perdían los «puntos» y ganaba la casa; pero á partir de las ocho de la noche, una fortuna loca sonreía á los jugadores. Las estadísticas no podían ser más claras: imposible la duda. Y Castro renunciaba á la buena mesa de Villa-Sirena, contentándose con un bock y un emparedado en el bar.

¡Bonita facha la mía para ir allá! ¿Qué viene a buscar ese viejo? dirán. ¡Andrés! No, amito; conocerse no es morirse.... A las nueve y media llegué a la casa de Gabriela. En la antesala jugaban a los naipes varios amigos. Sarmiento, Porras, don Carlos y el P. Solís. La señora y Pepillo estaban todavía en el comedor. No bien saludé a los jugadores cuando apareció Gabriela.

En la taberna de Paula todo era falsificado; ella compraba lo peor de lo peor y los borrachos lo comían y bebían sin saber lo que tragaban, y los jugadores sin mirarlo siquiera, fija el alma en los naipes. El consumo era mucho, la ganancia en cada artículo considerable. Por eso no había prendido ya fuego a la taberna con todos los ladrones dentro.

A las diez se abrieron las mamparas, y Miguel entró empujando á los primeros jugadores, gente modesta y tímida. Sufría la nerviosidad, la impaciencia, la sorda cólera de las mañanas en que se había batido. Pisaba con fuerza; sus manos se arqueaban como si pretendiesen estrangular el aire. Al mismo tiempo sentía la confianza orgullosa del tirador, seguro de que dará en el blanco.

Yo también soy uno de los jugadores preferidos de la vieja señorita, y la noche de que hablo, no tardamos, el cura, el doctor y yo, en instalarnos alrededor de la mesa del whist, en frente y á los lados de la descendiente de Conan le Tort.

Tal vez iba á Mónaco; tal vez su hombre de ciencia la aguardaba en alguna callejuela de Monte-Carlo. La duquesa se fué á la fábrica dijo sonriendo . Debe estar ya en pleno trabajo. El Casino era «la fábrica» para los jugadores, y llamaban de buena fe «trabajar» á sus angustias y cabildeos en torno de las mesas.

Todos los jugadores hablaban como si lamentasen una muerte, pero con una compunción hipócrita, rugiendo interiormente de envidia triunfante al ver desvanecida aquella buena suerte absurda que amargaba sus noches. Avanzó Lubimoff su cabeza entre dos hombros, viendo á Alicia al mismo tiempo que está levantaba sus ojos. Se cruzaron sus miradas.

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