Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 3 de julio de 2025
No y no. Aun en el supuesto de que pudiera echarse tierra sobre la falsificación... ¿qué porvenir me espera? ¡trabajar, trabajar siempre! porque de esto sí estoy convencido, el juego no saca de pobre a nadie: los jugadores son ricos de relumbrón, y aun así, en las raras ocasiones que la suerte les permite brillar, pues, a lo mejor, se quedan a obscuras por larga temporada... y con franqueza, yo no podría trabajar, no podría; ¿acaso me voy a poner detrás de un mostrador? ¿a entrar de cagatinta en una oficina? ¿a ir de guardador de ovejas a una estancia? ¡sería vergonzoso! y como carezco de capital, me sería imposible emprender un negocio cualquiera... Creo que, si lo tuviera, el capital, lo jugaba de un golpe, a ver... No sirvo, pues, para trabajar, y no pudiendo avenirme, naturalmente, con mis gustos y mi educación, a hacer las del tío Agapo, me doy yo mismo el pasaporte... Ya llega, ya llega el agua y el farol de la punta del muelle está encendido... pero, todavía no...
Las gentes lo apodan «el queso», por su forma, y algunos especializan llamándolo «el camambert». En torno de su baranda y en los bancos adosados á ella vivía el alma de Monte-Carlo, se encontraban las gentes, cambiando chismes y murmuraciones, pidiendo noticias á los que salían del Casino, comentando la fortuna ó la desgracia de los jugadores célebres.
Y en llegando a ese lugarcito del diablo nos remiten a la sopa y al coche de los pobres en San Felipe donde cada día en corrillos se hace consejo de estado, y guerra en pie y desabrigada. Y en vida nos hacen soldados en pena por los cementerios, y si pedimos entretenimiento nos envían a la comedia, y si ventajas, a los jugadores.
Allí permanecían todo el día los condenados del juego, los malditos, sufriendo el más atroz de los tormentos al vivir junto á las puertas del santuario sin poder entrar en él. Habían perdido hasta la última moneda, y los directores de la casa, que repatrían generosamente á los jugadores arruinados, les entregaban el viático para el regreso á su país.
En una de sus evoluciones, la cabeza de la humana serpiente remontaba las gradas del Casino, La farándula quería meterse en el atrio, en las salas de juego, para arrastrar entre sus anillos al público, á los croupiers, á las mesas. Toda actividad interesada debía cesar en esta hora de generosa alegría. ¡Ay, los jugadores! ¡Qué enfermedad la del juego, marqués!
Hoy hemos dicho que apenas se concibe un barco de vela; sin embargo, nuestro convencimiento en contrario era tan perfecto, como que el día diez y seis sólo habíamos andado doce millas. ¡Y nos faltaban ciento veinte! Indudablemente los barcos de vela quedarán relegados únicamente para el uso de los pescadores de caña y los jugadores al dominó.
La alegría de los jugadores era cada vez mayor. Saleta, acostumbrado a las burlas de su colega, no se amoscaba ni perdía un punto de su irritante flema. La desvergüenza de este hombre para mentir y sostener luego sus mentiras era inaudita. Cuando vio la inutilidad de seguir disputando, atendió nuevamente al juego.
Estaban sentadas en los divanes de los ángulos, conversando entre ellas, mirando á los grupos de jugadores con un aire de empleadas que descansan después de cumplido su deber. Habían llegado á Monte-Carlo muchos años antes, con joyas, con miles de francos, con un hombre que sufría sus desigualdades de humor y encima daba dinero; y todo se había volatilizado en las mesas del Casino.
Aquel día, al acabar de comer, Raúl pidió bruscamente a su madre el favor de una entrevista particular, decidido a quemar sus naves. Blanca, que contaba con él para una partida monstruo de tennis organizada con una colonia americana compuesta de jugadores de mérito, hizo una linda mueca de despecho. Otra vez me das esquinazo... Tu «amabilidad» empieza a pesarte.
Igualmente habían desaparecido otros jugadores célebres, como si no quisieran autorizar con su presencia esta fortuna absurda. Los únicos contrincantes serios eran unos ingleses residentes en Beaulieu, que tenían abajo sus automóviles.
Palabra del Dia
Otros Mirando