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Actualizado: 22 de mayo de 2025
He malvendido, he tomado el dinero que quisieron darme, sin poner atención en las condiciones. Todas mis joyas se fueron; unas las vendí en París, otras aquí mismo... Tú dices que estás arruinado. No; tú no sabes lo que es eso: yo sí que lo sé. Mi naufragio es más antiguo que el tuyo; mi buque era mas pequeño... No quiero fatigarte con la relación de mis pobrezas. Ya no tengo casa en París.
Doña Beatriz ha ideado esta intriga para probar la perspicacia del caballero extranjero, y para cerciorarse de que es espontáneo el amor que le profesa; con este objeto, sin revelar su plan, distribuye, entre sus hermanas, varias joyas y otras prendas para engañar mejor á su amante.
La muchacha, nada tímida, al ver su abandono, vendió las joyas que le había regalado el amante y se presentó con su hija en Cádiz. Menchaca estaba en Filipinas; Hortensia fué a Filipinas, encontró a Menchaca y le obligó a casarse con ella. Menchaca era un hombre exaltado, brutal, atrevido, con ideas geniales, capaz de cosas buenas y de cosas malas.
Hacía mucho tiempo que no la había visto tan amable. Ni la más leve alusión á las de Lizamendi; ni una frase amarga para su impiedad. Sin duda, le agradecía la visita que por la mañana había hecho á Begoña. El doctor, examinándola, encontraba en ella algo de monacal, á pesar de que en honor al día se había cubierto de joyas.
La Carducha ordenó de hacer quedar a Andrés por fuerza, ya que de grado no podía; y así, con la industria, sagacidad y secreto que su mal intento le enseñó, puso entre las alhajas de Andrés, que ella conoció por suyas, unos ricos corales y dos patenas de plata, con otros brincos suyos, y apenas habían salido del mesón, cuando dió voces, diciendo que aquellos gitanos le llevaban robadas sus joyas; a cuyas voces acudió la justicia y toda la gente del pueblo.
Una tarde, al guardar sus joyas, Kassim notó la falta de un prendedor cinco mil pesos en dos solitarios. Buscó en sus cajones de nuevo. ¿No has visto el prendedor, María? Lo dejé aquí. Sí, lo he visto. ¿Dónde está? se volvió extrañado. ¡Aquí! Su mujer, los ojos encendidos y la boca burlona, se erguía con el prendedor puesto. Te queda muy bien dijo Kassim al rato. Guardémoslo. María se rió.
La mujer nombró á la esposa de Torrebianca, diciendo luego á su acompañante: Fíjese en sus joyas magníficas. Bien se conoce que á ella y al marido les ha costado poco trabajo el adquirirlas. Todos saben que las pagó un banquero. El hombre se creía mejor enterado. A mí me han dicho que esas joyas son falsas, tan falsas como las de nuestra poética condesa.
Todos los devotos enviaban sus joyas para que las luciese en el paseo la Santísima Macarena. Las mujeres exhibían las manos limpias de adornos en esta noche de religioso dolor, contentas de que la madre de Dios ostentase unas joyas que eran su orgullo. El público las conocía, por verlas todos los años, y llevaba la cuenta, señalando las novedades.
El verdadero Don Pedro no puede, pues, identificar su persona, á lo cual contribuye la existencia de pruebas de haber cometido un crimen en Madrid, mientras que el culpable, teniendo á su disposición el cofre de su homónimo, no sólo se ve dueño de oro en abundancia y ricas joyas, sino también de ciertas cartas dirigidas á un Don Gómez, con cuya hija había de casarse Don Pedro.
Los teatros, las flores y los regalitos a su ídolo, las francachelas con sus nuevos amigos del Club de los Salvajes, los trajes y las joyas, todo lo que constituye, en suma, el tren de un lechuguino en la corte, le hicieron desembolsar sumas enormes con relación a su hacienda. Para ello hubo necesidad de echar mano del capital.
Palabra del Dia
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