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Y esto acabado, mandó hacer Inca Yupanqui que se recogiese todo el despojo y joyas de oro y plata que en el tal despojo se habia habido, todo lo cual fué fecho; y traido delante dél y visto por él, mandó que ansí junto como estaba, lo llevasen á la ciudad del Cuzco, donde lo pensaba repartir y dar á sus amigos.

Pero María se irritó; quiso que fuesen más fuertes. No, así no; con más fuerza... Pero espera un instante; déjame quitar estas joyas, que son ridículas en este momento. Y velozmente sacó todas las sortijas de los dedos, se arrancó los pendientes de las orejas y depositó el puñado de oro y pedrería a los pies de Jesús.

Iba cargada de joyas, con la suntuosidad de una aristocracia recién creada que se consume en medio de su lujo, falta de fiestas para lucirlo y siente el ansia de adornarse para pregonar su riqueza y herir la envidia ajena.

Permítame que le alumbre. Perdón... ¿debo esperar nuevas órdenes antes de consagrar al pago de los acreedores el precio de los dijes y joyas que tengo en mi poder? No, ciertamente. Espero, además, que de lo que resta, se cobre usted la justa remuneración de sus buenos oficios.

¿Cuándo matarán á esa espía?... Si fuese una pobre mujer con hijos, de las que necesitan ganar su pan, ya la habrían fusilado... Pero es una cocota elegante y con joyas; tal vez se ha acostado con los ministros. Cualquier día vamos á verla en la calle... ¡Y mi hijo que murió en Verdún!...

Los dignatarios, resplandecientes de joyas y de veneras, ocupaban los escaños del centro. El canto de las letanías seguía resonando bajo las bóvedas, potente, monótono, sublime. Por fin los diáconos aparecen recubiertos de blancas vestiduras.

¡Válgame Dios! dijo el padre Aliaga ; ¿pero en qué os ejercitáis, que baste á costear honradamente esas galas y esas joyas? ¿Quién habla aquí de honra? dijo la Dorotea, cuyo semblante se había nublado completamente . ¿A qué este engaño? ¿A qué ha subido á este desván? Demasiado sabéis, padre, que soy comedianta, y menos que comedianta... una mujer perdida.

Los asuntos de la casa le tienen sin cuidado. Para ella, lo único importante en el mundo es ella misma, su hermosura, sus trajes, sus joyas... Todo lo demás, padres, hermanos, marido, no significan nada... Estoy seguro de que le ha preocupado más el sombrero que ha encargado a París que mi enfermedad... ¡Oh, no digas eso, por Dios! Estás loco. No estoy loco. Digo la pura verdad...

Acepté el ofrecimiento de Lea y me llevé sus perlas, sus zafiros, sus brillantes, con la decidida intención, oidlo bien, de no volver á presentarme delante de ella. En el Monte de Piedad obtuve ochenta mil francos. Envié la papeleta á Lea para que pudiera desempeñar sus joyas con el dinero que yo pensaba enviarle, y fuí á pagar mi deuda.

Donde quiera se ven alternando las construcciones góticas y las moriscas, así como algunas del Renacimiento, resultando de esa promiscuidad los mas curiosos contrastes. Me detendré en los mas notables monumentos nomas, que son las joyas de esa ciudad donde corrió la infancia de Quevedo y yacen los restos del favorito ahorcado Don Alvaro de Luna, del poeta Moreto y del historiador Mariana.