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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Al cerrar para siempre los ojos, sonó junto a él una voz: Te seguíamos la pista, pájaro. Bien escondido estabas, pero te has descubierto con una de las tuyas. Ahora veremos qué cuenta das de las joyas de la Virgen... ¡ladrón! El terrible enemigo de Dios y del orden social no dio cuenta alguna a los hombres.
La piedad suntuosa y opulenta la había disfrazado con sus tesoros. No había nada en ella del idealismo de las vírgenes pintadas por los artistas cristianos. Más bien parecía un ídolo indostánico recargado de joyas. La falda y el manto se ahuecaban con la ampulosidad de un miriñaque, y sobre las tocas lucía una corona enorme como un morrión, empequeñeciéndole la cara.
Cruzando llanuras estériles y pardas, entrecortadas por una que otra serranía de aspecto semejante al lomo esquilado de las mulas, evitando los pueblos, y durmiendo a cielo abierto donde le tomaba la noche, llegó una mañana a la vista de la célebre ciudad de los concilios y espaderías, sin más incidente de importancia, en el camino, que una sorpresa de salteadores, cuyo jefe, el famoso golfín Avendaño, admirado de su valor, hízole devolver las joyas y el dinero y ofreció recibirle en su banda como segundo.
Al Barón, para no ofenderle y segura de que daría a los pobres lo que ella le dejase y no querría conservándolo pasar por interesado, nada le dejó sino la autorización de tomar de sus prendas y joyas todo cuanto quisiese como recuerdo.
No llegamos a Río Janeiro hasta pasado mañana dijo Isidro, siempre bien enterado de la marcha del viaje . Pero la despedida ha sido hoy, para que la gente que se queda en el Brasil pueda dedicar el día de mañana al arreglo y cierre de equipajes. Esta noche es la última de gran ceremonia, y las señoras van a guardar sus vestidos y joyas.
Venían en seguida los doce clérigos de la parroquia de San Vicente con su estandarte; y luego, de dos en dos, montados en obscuros corceles, los Grandes de España y títulos de Castilla, todos vestidos de negro, pero recubiertos de joyas. Algunos habían hecho bordar en sus ferreruelos el hábito de la Santa Inquisición.
La Virgen, con toda su carga de joyas, flores, farolas, y hasta con el pesado palio, bailaba al son de la música.
Su lance con la marquesa del Valle, que fue su amiga, y á quien, por celos, arrancó las joyas que le había dado, desgarrándole el vestido, abofeteándola y magullándola hasta el punto de que aquella dama estuvo á la muerte, es acción tan brutal que no tiene perdón, fuesen las que fuesen las traiciones é infidelidades de la víctima.
Se dirigían por el interior de las habitaciones á la cámara pública de audiencia. La duquesa iba de prisa. Al pasar por una galería obscura, la duquesa, que iba muy delante del conde de Olivares y de doña Clara, dijo con acento cortado: Por piedad, caballero, no me engañéis; ¿por qué habéis querido que vuestra esposa se ponga esas joyas hoy?
Señora presidenta: yo no tenía esa intención... LA MARQUESA. ¡Sí..., sí...! Todas dicen eso. Y pasados quince días me las encuentro emperifolladas, cubiertas de joyas y apestando a esencias. Estas costumbres son capaces de desacreditar a un hospital modelo. Una advertencia más: aquí soy yo quien lo dirige todo, y usted no tiene que recibir órdenes de nadie mas que de mí.
Palabra del Dia
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