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Actualizado: 22 de junio de 2025
Era, sí, ambiciosa y amiga del lujo y de las galas; y si bien no la atormentaban la envidia ni el despecho al ver a otras mujeres, menos bonitas y menos distinguidas por naturaleza, lucir joyas, sedas y encajes, ir en coche y circundarse de la resplandeciente aureola que ofrece el lujo a la hermosura, anhelaba gozar de todo esto, y no acertaba a ocultarlo a su marido.
Id, id con Dios dijo la duquesa meditando que si se empeñaba en averiguar por dónde habían venido aquellas joyas, podía descubrir su secreto. Pero doña Juana quedo en una ansiedad mortal. ¿Habría muerto su hijo, aquel hijo á quien amaba tanto? Doña Juana, pues, no era feliz. Y de repente se le habían revelado dos grandes misterios, por medio del aderezo usado por doña Clara Soldevilla.
Tal vez a impulsos del próximo parentesco se decidiese a regalarle una de aquellas joyas. Puede ser que Margalida le quiera, y entonces el Ferrer me dé una de sus pistolas. ¿Usted qué cree, don Jaime?...
En verdad que aquel testamento no podía ser más breve, porque después de la profesión de la fe y de las fórmulas de derecho, en esta sola cláusula se contenía: »Es mi libre voluntad y firme determinación, dejar heredada en todos mis bienes inmuebles, dinero, joyas y ropas, y de todo lo que poseo, a mi amiga, que tal como a mi hermana amo, doña Margarita de Ledesma.»
Miraba los recortes de papel impreso, muchos de ellos amarillos ya por el tiempo, y pasaba ante sus ojos la visión de teatros llenos de elegantes descotes y pecheras rígidas y brillantes como corazas; ambientes caldeados por la luz y el entusiasmo, donde centelleaban ojos y joyas, y en el fondo, con su casco y su lanza, ella, la walkiria dominadora, saludada con aplausos y gritos de admiración.
Ese maldito asunto está muy presento en mi espíritu. Sí, todo lo que acaba usted de contar es exacto, repuso Tragomer; el pobre Jacobo desempeñó las joyas, pero negó siempre haber vendido las papeletas. Pretendía que el verdadero asesino las había robado y desempeñado las alhajas antes de que el crimen fuese conocido.
El había sido siempre el protector, el amoroso á estilo oriental, incapaz de interesarse por otras hembras que las de su harén, que todo lo deben á su munificencia, desde el chapín á los penachos del turbante, las joyas que adornan su pecho, las confituras que las nutren, la pipa que fuman, el instrumento que acompaña sus cantos. No le interesaba Alicia como mujer. ¡Ni ella ni otra!
A través de las sudamericanas, finas y elegantes, como si se hubiesen escapado de una lámina de periódico de modas, sus ojos buscaban con admiración á otras damas peor trajeadas, gordas, con armiños teatrales y joyas antiguas. Al encontrarse estas señoras en el atrio, hablaban con voces fuertes y manoteos expresivos, recortando enérgicamente las palabras.
Templa, pequeño joven, templa el brio Y subjeta el valor tuyo y pequeño Al mayor de mi honroso poderio. Que desde aqui te doy mi fe, y empeño Mi palabra, que solo de ti seas Tú mismo el propio y conocido dueño. Y que de ricas joyas y preseas Vivas lo que vivieres, abastado, Como yo podré darte, y tu deseas, Si á mi te entregas, y te das de grado.
Pero no me daba a mí tanta pesadumbre la que a Zoraida daban, como me la daba el temor que tenía de que habían de pasar del quitar de las riquísimas y preciosísimas joyas al quitar de la joya que más valía y ella más estimaba.
Palabra del Dia
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