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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Cuando llegues a tierra podrás lucirlo por entero. Satisfecho de sus gestiones como organizador, hablaba de otros artistas, talentos ignorados que había sabido descubrir entre la masa de los pasajeros.

Y los dos acompañantes, menos ebrios que yo, pretendían disuadirme arrancándome de allí. «Mi amigo, no haga leseras...» «Compañero, no sea empecinado.» Y al fin pudieron meterme en mi camarote y acostarme, y allí he estado hasta que me despertó la música... Un baño a toda prisa, y a enfundarme en este traje de marinerito amoroso que guardaba con impaciencia desde que nos embarcamos, ¡Pocas ganas que tenía yo de lucirlo!... ¿Eh? ¿qué le parece el trajecito de mi patrona?...

Iba cargada de joyas, con la suntuosidad de una aristocracia recién creada que se consume en medio de su lujo, falta de fiestas para lucirlo y siente el ansia de adornarse para pregonar su riqueza y herir la envidia ajena.

Entonces, señor mío, podemos querernos como antes y sin miedo alguno; pero te advierto que nuestro noviazgo no ha de ser cosa de tapujo. ¿Para qué el novio, si no puede una lucirlo...? ¡Ah! Queda prohibido que me endilgues más versitos como los que me enviaste después del rompimiento. Señores, tiene gracia el modo como se desahoga este caballerito.

La diminuta tertulia, después de agotar los no muy variados recursos del juego de prendas, permaneció inactiva y acomodada en el ángulo de la sala, entablando en voz baja una vivísima plática entrecortada de risas y exclamaciones, donde los jóvenes de ingenio tuvieron ocasión de lucirlo a expensas de algún desventurado a quien despellejaron sin piedad.

Si éste es el mueble indispensable de una mujer de moda, también es la desesperación del poeta, del hombre de mérito, del amigo. Siempre se espera mucho del talento, y nunca es más difícil lucirlo que en semejantes ocasiones.

Para lucirlo, para que lo vean las amigas y rabien un poco... ¿no es verdad? Pues ella no podía darse tal placer. Andresito no tenía un cuarto y no era socio de los círculos donde iba ella.

Ella era noble por su nacimiento, y si no lo fuera, bastaría a darle la ejecutoria su gran belleza, su figura, sus gustos delicados, sus simpatías por toda cosa elegante y superior. Queda, pues, sentado que era noble. ¿Por qué no era suyo, sino prestado, aquel traje, y había que quitárselo en seguida, sin poder siquiera, como los cómicos, lucirlo un momento?

La mamá las contemplaba por la espalda, experimentando la satisfacción orgullosa de un artista. Obra suya era aquel lujo, y había que reconocer que las niñas sabían lucirlo. Pero ¡ay, Dios! estremecíase al pensar lo que aquello le costaba y las terribles intranquilidades del porvenir, ¡Siempre el dinero como eterna pesadilla, amargándole la existencia, a ella que tanto había gastado!

Palabra del Dia

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