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Así que hube terminado la carrera, solicité y obtuve de él, no sin algún trabajo, la venia para cursar el año del doctorado en Madrid, y a la Corte me vine, donde en vez de dar consistencia a mis conocimientos, no muy seguros por cierto, en las ciencias médicas, perdí bastante tiempo en los cafés, y lo que es aún peor, contraje la funesta manía de la literatura.

El único resultado que obtuve fue infundir en su ánimo un miserable terror de que su Lady sorprendiese mi correspondencia a medias y pusiese el grito en el cielo. Para salvarse de tamaña calamidad, Juan Maury me envió como mensajero a un hombre de negocios de toda su confianza, quien, más que a convenir en nada, vino a imponerme silencio.

Gracias a la obsequiosidad del Sr. Hallam, obtuve mulas, que me fueron prometidas para la mañana del día siguiente. Todo ese día, pasado en angustiosa expectativa, bajo una temperatura de fuego, fue realmente insoportable. Los pasajeros, numerosos, como he dicho antes, se ocupaban en los preparativos de viaje, unos con sus mulas a la mano, otros tratándolas con los arrieros.

Tened calma, os lo suplico, Mathys... De esa manera le arranqué el secreto de sus intenciones y obtuve de ella los medios de defenderos contra ella: Pero, ¿qué le pasa por la cabeza? murmuró Mathys, aplastado por aquella revelación . ¿Se ha vuelto loca entonces? No, sabe muy bien lo que quiere.

Primero obtuve de ella la promesa de guardar el más absoluto silencio sobre lo que le revelase, y luego le referí nuestra visita a la celda del ermitaño, el recibimiento que nos había hecho fray Antonio y nuestros descubrimientos.

Así, pues, ¿amas a Magdalena? ¡Claro está! Por eso vengo a pedirte... ¡Calla, desgraciado! ¡Está de Dios que siempre llegues tarde! Yo también la amo. ¿Qué dices? ¿Que la amas? , y es el caso... ¿Qué?... Que ayer mismo pedí y obtuve su mano. ¿La mano de Magdalena? : la mano de Magdalena.

En las primeras vacaciones que me dieron, y en recompensa de la buena censura que obtuve del sinodal en el examen, me permitió mi señor padre que hiciese un viaje de recreo adonde más me acomodase y por todo el tiempo que me pareciese prudente.

Obtuve varios premios, y el éxito me decidió a tomarme un mes de vacaciones en la capital, distrayéndome como correspondía a mi juventud y a la buena posición social de mi familia.

Acepté el ofrecimiento de Lea y me llevé sus perlas, sus zafiros, sus brillantes, con la decidida intención, oidlo bien, de no volver á presentarme delante de ella. En el Monte de Piedad obtuve ochenta mil francos. Envié la papeleta á Lea para que pudiera desempeñar sus joyas con el dinero que yo pensaba enviarle, y fuí á pagar mi deuda.

No se olvide usted de que me pertenecenAl pronunciar estas palabras, el desconocido se detuvo otra vez, y viendo la turbación y la duda que se retrataban en mi rostro, dijo: «Ya le había anunciado a usted, joven; le cuesta trabajo creerme; todo esto le parece un sueño, una quimera... ¡A también!... Y, sin embargo, los grados, los honores que obtuve no eran una ilusión; los soldados que llevé al combate, los reductos tomados, las banderas conquistadas al enemigo, las victorias que tanto asombro causaron a Francia... todo esto fue obra mía, toda esta gloria me pertenece