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El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera.

¡Habló usted de un modo! Hablé con el alma... Yo estaba siendo una ingrata sin saberlo.... Pero al fin... vida nueva; ¿no es verdad, hija mía? , , padre mío, vida nueva.... Callaron y se miraron. Don Fermín, sin pensar en contenerse, cogió una mano de la Regenta que estaba apoyada en un almohadón de crochet, y la oprimió entre las suyas sacudiéndola.

Doña Anuncia y doña Águeda habían quedado en el estrado, casi a obscuras, suspirando, rodeadas de algunos amigos y amigas, quizá los mismos que les dieran en otra ocasión aquel pésame por la muerte civil de don Carlos. Y ella va contenta decía el barón. ¡Uf! Ya lo creo. La juventud es ingrata... Señores, que va a arrancar, desapartarse gritó el zagal de la diligencia. Y partió el coche.

Cuando llegó junto al ciego, que en lugar próximo le esperaba, la pena inmensa que oprimía el corazón de la pobre anciana reventó en un llorar ardiente, angustioso, y golpeándose la frente con el puño cerrado, exclamó: «¡Ingrata, ingrata, ingrata! No yorar ti, amri le dijo el ciego cariñoso, con habla sollozante . Señora tuya mala ser, ángela.

Hijo: tu dolor me mata, ven y reposa en mi seno, de amor para está lleno, en él tu llanto desata, ¿Qué te importa si una ingrata de sus brazos te desvía? Toda es tuya el alma mia, reposa en confiado. ¡Ay, madre! ¡Que me ha olvidado la mujer que yo quería!

Lo siento por lo que pensará de España... Lo siento por don Quijote dijo haciendo su maleta en la madrugada. Y huyó, yendo a perderse en París, adonde la inglesa no iría a buscarle. Odiaba a esta ciudad ingrata por la silba del Tannhauser, suceso ocurrido muchos años antes de nacer ella.

¡Yo verdugo, y de mi propia, interesante e inocente persona!, ¡yo mi propio Herodes! ¡Dios me libre, bella ingrata! contestó Rafael . Viviré para ver y gozar de tu arrepentimiento y para reemplazar a tu Luis Triunfos, si se le antoja ir a jugar al monte con su compadre Lucifer, en su reino.

Aurora se acercó otra vez a las señoras, y al volverse, su amiga le tocó un brazo. «Tenía que hablarte dos palabras... una cosita que te quería decir. Me estaba muriendo por verte. ¡Ingrata! ¡Sabiendo el gusto que me da tu compañía...!». Tienes razón dijo la otra volviendo a inquietarse, porque en la cara de su amiga advirtió algo que la puso en cuidado . Todos los días pensaba ir...

Catalina, verdugo sin consejo, Ingrata á tanto bien como tenia, Habiendo muerto el padre, como viejo, Con el marido á veces mal se habia. Matarle determina: el aparejo En un mozuelo halla, á quien quería En un supremo grado; de tal suerte, Que á todos tres causó su querer, muerte.

Estos señores buscan á Jenny Hawkins para una herencia. Campistrón adoptó la actitud de Hipócrates rehusando los presentes de Artajerjes. Cerró los ojos, volvió la cabeza y extendió los brazos, como si la herencia fuese para él, y respondió en el registro grave: ¡Esperaba no oir hablar más de aquella ingrata! ¿Ven ustedes, señores? ¿Qué es lo que yo les decía?